Miguel Yilales
@yilales
Uno de los logros indiscutibles
de quienes se hacen llamar herederos del legado bolivariano es que gracias a su
absoluta incapacidad para manejar la crisis, los venezolanos descubrimos
(algunos lo sabíamos antes de que llegaran al poder) que el problema no es la
derecha, ni el imperio, ni Felipe González, ni Álvaro Uribe, ni la Exxon, ni
Guyana, ni Colombia, ni la Polar, sino ellos mismos que destruyeron moralmente
al país.
Pero no es del gobierno de quien quiero hablarles, porque
aun habrá mucha tela para cortar y por los vientos que soplan mucho tiempo para
hacerlo, sino del esfuerzo tesonero, desinteresado, encomiable y digno de
elogios que hizo la oposición (me refiero a los muy “legítimos” partidos
aglutinados en torno a la Mesa de la Unidad Democrática) para garantizarnos que
el gobierno más irresponsable en la historia republicana se atornille en el
poder hasta el dos mil siempre.
Solo así se puede entender que ante los patéticos
logros, solo posibles en el Socialismo del Siglo XXI, a la oposición le dé por
no capitalizar la desilusión sistematizada, el decaimiento y el pánico en que se
encuentra postrado el país y que frente al malestar que genera la revolución
por las emboscadas, los golpes bajos y la manipulación, pongan a los
venezolanos a escoger entre el malo y el menos malo, el regular antes que el peor
y el menos vulgar, ramplón y prosaico en lugar del meritorio, loable y
admirable.
La lógica de
lo ilógico
Pareciera que en nuestra Venezuela no es suficiente
que su soberano gobierno entregue la alimentación, la construcción de
viviendas, el ensamblaje de vehículos, el sistema de identificación y las
aduanas, a chinos, rusos, bielorrusos, iraníes, y por supuesto, a cubanos, sin
dejar de lado a la mancomunidad anglófona del Caribe, a los países del ALBA y a
cuanto chulo revolucionario aparezca, como para que la MUD nuclease a todos los
factores más allá de los partidos.
Además que estemos bajo un régimen que muestra los
índices de inflación más altos del mundo y un desabastecimiento general, con una
inseguridad que contribuye a evitar la sobrepoblación mundial de forma no
selectiva (a cualquiera le puede tocar) y que ayuda a tener un mundo más
ecológico al disminuir el consumo eléctrico, por lo que autopistas, calles,
ciudades, pueblos y caseríos viven en el oscurantismo, no es como para que la
oposición se ocupe de desalojar del poder a quienes les importan más sus
propios intereses que lo colectivo.
Casi que debemos sentirnos agradecidos porque no ha
habido personaje más patrióticos y antiimperialistas en la historia universal,
ni siquiera Leónidas, que se haya dedicado a protegernos de los intentos por
vulnerar nuestra soberanía como lo hicieron estos retoños del Samán de Güere, demostrado
con su firme postura ante las pretensiones guyanesas de explotar las riquezas
del Esequibo a cambio de dar su apoyo y votar para que el régimen chavista
ocupara puestos en la comunidad internacional o su férrea oposición a que unos
malandros de cuello rojo convirtieran al país en un paraíso de la droga, el
contrabando y el terrorismo.
Otra vez el
bendito pañuelo
Vivimos bajo el chantaje de que nos debatimos entre
traidores y colaboracionistas: toda crítica al gobierno es una traición y si no
la hacemos también lo es; cualquier diatriba con la oposición es un vulgar
colaboracionismo al régimen; sí se llama a votar se contribuye con el fraude y
sí se habla de las condiciones ilegítimas favorecemos a un gobierno que se ha
mantenido en el poder con artilugios, estratagemas y trampas.
Hoy cuando el ciudadano manifiesta su inconformidad y
malestar, denuncia y exige, reclama y protesta, no hay mayor muestra de
desprecio a la sociedad que, a pesar de existir las condiciones propicias, con tendencias
irreversibles y un clima en la opinión pública francamente desfavorable al
gobierno, no hayan propuestas ingeniosas y candidatos que emocionen al
colectivo por ser los mejores.
Lo lamentable es que a estas alturas, las listas
parciales que se conocen, generen el comentario (por lo menos en mi círculo) de
que hay que votar con un pañuelo en la nariz, que esto es peor que nada y que
el más malo de este lado es mejor que cualquiera de los del otro lado, lo que
denota es que no aprendimos nada en 17 años y que seguimos pensando con las entrañas,
actitud que llevó al poder a esta caterva de incapaces y nos convierte en los
únicos que avanzamos a paso de perdedores.
Llueve… pero escampa
La cabal y triste realidad...! Como siempre Profesor, excelente artículo!
ResponderEliminarEstán como el perro cuando persiguen su propia cola!!!!!
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