Miguel Yilales
@yilales
Cuando comenzó este 2015, nadie podía imaginar que la
situación política del país hubiese transmutado en este annus horribilis que nos ha tocado vivir, no porque no supiéramos
que harían todo lo posible por aferrarse al poder sino porque se han superado
en todo lo previsto, y hay que decir que lo previsto ya era bastante malo.
Ya traspasamos la mitad del año y la economía no solo no
termina de arrancar, sino que por el contrario se hunde con más y peores controles:
venta por terminales de cédulas, restricciones en la adquisición de divisas,
presentación de documentos que prueben condiciones para la venta de productos (partida
de nacimiento, registro veterinario y hasta certificados médico de no haber
llegado al climaterio), sumado a una inflación galopante y escasez en todos los
productos.
Por supuesto que todos los errores no los ha cometido la
caterva gobernante, porque por momentos pareciera que la oposición ha jugado a
atornillar al régimen.
Es que fuese más fácil sí uno hiciese como Maduro (debió ser
fuente de inspiración para esa recopilación que es “La culpa es de la vaca”)
con aquello de que fue el Imperio, Obama, Uribe, Guyana, Colombia, Capriles,
Leopoldo, la derecha y pare de contar, pero la realidad es otra.
A pesar de todo

Lo que no era inimaginable fue el As bajo la manga que tenía
la oposición, que en una jugada digna de Karpov, Kasparov o Capablanca, tuvo el
tino de desechar asesores de campaña de la talla del fallecido Joe Napolitan,
para designar al mejor jefe de campaña que podrían encontrar.
Es que se necesitaba a alguien que al hablar hiciese que
hasta los partidarios del régimen detestaran al gobierno más hambreador de la
historia venezolana; alguien que sus acciones desataran la mayor animadversión
hacia los corruptos y vividores que dilapidaron ingentes recursos de la última
bonanza petrolera; alguien que movilizara a las masas a manifestarse
públicamente en contra del madurismo-diosdadismo en cuanta cola de abasto,
supermercado y automercado; alguien que fuese capaz de hilar estrategias que
bombardearan el voto duro del gobierno como para que las encuestadoras
(incluyendo a las chavistas y a las oportunistas) dijeran que tan solo un 26 %
votaría por candidatos del régimen; alguien que pudiese capitalizar el
descontento en oportunidades para el voto opositor. Y alguien así no era fácil
de encontrar.
No hay nada imposible
La no designación de un jefe de campaña, pero contar
con Nicolás Maduro, debiera ser considerado como la estrategia política más
brillante implementada en campaña alguna.
Nadie en su sano juicio se le hubiese ocurrido tan
brillante idea, a menos que hubiese apostado por superar sus propias torpezas
con mayor torpeza: cerrar la frontera e iniciar una escalada con el vecino con
mayor intercambio comercial, desestimar el sentimiento nacionalista de los 5 millones
de colombianos y sus descendientes quienes ven como deportan a sus
connacionales como ganado, tratar de culpar del desabastecimiento, la escasez y
la inflación a la Polar y a las transnacionales cuando todo el mundo sabe que
la falta de políticas económicas es lo que nos tienen al borde del precipicio.
En estos días un abstencionista de los que dice salvar su
voto, no ejerciendo su derecho, todo un oxímoron, me confesaba que las torpezas
del régimen son tan grandes que, a menos de 100 días de las elecciones y sin
campaña, ya se siente motivado a quitarse las pantuflas, soltar el teclado y
salir a poner su grano de arena y que mientras tanto seguiría celebrando cada
decisión del jefe de campaña opositor, con el grito silencioso ¡Que viva
Nicolás!
Llueve… pero escampa