Por Miguel Yilales
@yilales
Desde muy pequeño aprendí a bailar con los acordes que
interpretaba, arreglaba y componía un dominicano que nunca renegó de sus
orígenes pero que se sentía más venezolano que cualquiera de los que hoy
reniegan de su lugar de nacimiento. El maestro Billo Frometa hizo bailar (y aun
lo hace después de su muerte) a todo un país. Tanto en Venezuela como en
Canarias, Barranquilla, Santa Marta y, hasta en Cucutá, hablar de Billo es
hablar de fiesta.
Nicolás Maduro como venezolano que dice ser, aunque la duda
siempre asalte por su recurrente negativa a mostrar su partida de nacimiento y
a la diversidad de lugares donde dicen que nació, debió haber bailado y
escuchado, en esas tardes y noches que se fugaba de clases (dicho por él) para
divagar sobre el mundo real al lado de una rocola, muchas guarachas,
pasodobles, merengues y hasta boleros de la orquesta de Billo.
Vagos por convicción
Una especie de reposero, vago, sin vergüenza que siempre
decía que comenzaría a trabajar después de la próxima vacación: ni el inicio de
año, ni el 6 de enero, ni carnavales, ni Semana Santa, ni agosto, ni la Feria
de La Chinita, ni diciembre eran propicios para ponerse a trabajar. Siempre
estaba cansado, maltrecho, abatido y pensaba en cómo iniciar aunque se le fuese
todo el año sin hacer nada.
Desde que Maduro asumió la presidencia, han transcurrido 3
largos años y parece que su libro de cabecera ni siquiera es El Capital de Marx
(que debe haber ojeado alguna vez en su vida) o alguno de los panfletos que le
dieron en la isla, y no de Margarita que también tiene su canción, sino esa
letra de la Billo que lo debe haber acongojado hasta que la convirtió en
política pública.
La vagancia obligatoria se ha vuelto política de Estado, se
utiliza la holgazanería como instrumento ejecutivo y pareciera desear que el
ocio fuese por tiempo indeterminado para concluir las labores del legado de
Chávez de destruir al país.
Una guaracha
Desfalcaron el erario público y cuando la Asamblea Nacional
investiga, como es su función contralora, el tribunal de la suprema injusticia
deja sin efecto las horas laboradas; si la gente sufre por comida y medicinas
no es porque el gobierno no ha cumplido sus funciones sino porque hay una conspiración
que se los niegan; si a alguien se le ocurre solicitar la ayuda humanitaria por
la crisis que vivimos lo dejan con los crespos hechos por que nadie le pidió
que hiciese eso.
Los venezolanos tenemos que impulsar el cambio político. Se
hace necesario dedicarnos al trabajo productivo que nos permita recuperarnos de
la marabunta roja que se dedicó a impulsar la pereza, la holgazanería, el
reposo, la vagancia, el regalo, el robo y la estafa, y que “La flor del
trabajo” vuelva a ser una simpática guaracha y no el himno nacional (único
símbolo que no cambió Chávez) que pretende instaurar Nicolás.
Llueve… pero escampa
Por ese camino el "chofe", nos llevará a decir como el famoso flojo de La Paragua (edo. Bolívar): "Nojoda, Quien estuviera muerto pa'no hacer nada"
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