sábado, 24 de diciembre de 2016

Ni se hace política ni se conforman mayorías

Por Miguel Yilales
@yilales
Escribir en la víspera de Navidad sobre política es harto difícil en especial porque, para disgusto y sobresalto de mucho tirapiedras de los que pululan por ahí, quien tiene hijos pequeños y con ilusiones (que no desaparecen con la edad), no puede desligarse de la realidad del momento y quedarse enganchado en esa especie de amargura desquiciada y engendrada, en algunos, en estos 18 años de satrapía revolucionaria.
En los tiempos que vivimos, que han sido secuestrados por la más putrefacta casta política de nuestra historia, hay quienes creen que todo se trata de una dicotomía entre blanco y negro y que además no existen las escalas de grises y la diversa gama de colores.
Tan es así que han llevado las cosas a los extremos en que sí no comulgas con sus planteamientos envían a sus huestes, como carroñero a la carroña, a que te insulten; en que quienes dicen ser mejores que los que desgobiernan al país, usan sus mismas estrategias propagandistas; en que se clama por las libertades individuales pero se insta a arrasar de la faz de la Tierra a quien disienta, tenga diferente orientación sexual o creencia religiosa y en que se le exige a los demás conductas probas aunque se actúe en contrario en sus propias vidas, es decir son, en lenguaje bíblico, unos fariseos de la peor raigambre, que se dicen opositores hasta los tuétanos pero aceptan jugosos  contratos sin importar que venga de funcionarios corruptos o con dineros públicos.
Farsantes de marca mayor
Son como esos empresarios que exigen las libertades económicas pero no creen que los contratos deban ser discutidos o que los trabajadores puedan agruparse para hacer sus planteamientos al patrono; son como esos pánfilos que defienden las riquezas de un empresario y un régimen de libertades sin importar de dónde vengan los fondos que generaron esas súbitas fortunas; son como algunos artistas, actores, actrices, columnistas, escritores, humoristas, periodistas y locutores que le exigen definición política a todo el mundo pero se declaran Ni-Ni porque se deben al público, a la audiencia y a los lectores.
Cuando en Venezuela se vuelva a tener Estado de Derecho se tendrán que revisar las concesiones otorgadas a algunos medios de comunicación cuyos fondos son de oscuro proceder; las compraventas de empresas de distintos rubros en las que se desconocen los orígenes de los capitales; las compañías que fueron adquiridas con dineros del Estado y puestas en manos de testaferros de la cofradía golpista que nos trajo hasta esta desgracia y nadie en su sano juicio debiera cuestionar que las mercancías incautadas a esas empresas de maletín, corruptas y narcolavanderías sean rematadas, subastadas, confiscadas y entregadas a quienes más lo necesiten aunque de seguro saldrá quien denuncie esas acciones, como un golpe a las libertades económicas y a las reglas del libre mercado, aunque ni siquiera entienda la diferencia entre un mercado libre y libre mercado, entre mercadear con su cuerpo y la educación sexual, entre ser comunicador y caerle a microfonazos a la gente o entre protestar contundentemente y fingir como si de un orgasmo teatral se tratase.
Adalides de imposibles
Son unos paladines de las causas perdidas, que terminan convertidos en un mezclote de Superman, Batman, Flash, Mujer Maravilla y Acuamán, que levantan banderas para defender lo indefendible: sí un empresario especula que sea solo la ley de la oferta y la demanda la que dicte el consumo, a pesar que conformen (entre ellos) cárteles para fijar los precios o sí un empresario del show business, que de la noche a la mañana se convirtió en dueño de canales de televisión y emisoras de radio con recursos provenientes del narcotráfico o de células terroristas del Oriente Medio, que solo sea la audiencia y la falta de inversión publicitaria, por un boicot moral, los que determinen su quiebra.
Estos personajes se erigen en una especie de Torquemada criollos que tildan de piltrafa, arrastrado, delincuente y malandro a quien aspire cubrir sus necesidades básicas (esas que Maslow clasificó hace tiempo) y no piense en conceptos abstractos como libertad, justicia, independencia o ciudadanía como si fue que los franceses al día siguiente de la Toma de La Bastilla pensaban en Libertad, Igualdad y Fraternidad y no en saciar el hambre, vestirse o tener vivienda, y definitivamente con esa actitud no se hace política ni se conforman mayorías.
Llueve... pero escampa

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