Por Miguel Yilales
@yilales
Cuando la humanidad estaba a punto de iniciar un nuevo milenio se planteó metas que le permitiera enfrentar los retos que se avecinaban: los cambios tecnológicos, el control del ciberespacio y la búsqueda de mejores condiciones de vida para todos los seres humanos. Estábamos a las puertas de un mundo que cabría en la palma de la mano.
Pero no todo era color de rosas. Mientras unos navegaban hacia el futuro, otros seguían anclados en el presente y los menos buscaban desenfrenadamente cómo ir marcha atrás, rumbo al pasado, con la falsa creencia de que todo tiempo pretérito era mejor, sin percatarse del error que se comete por ignorar la historia o por creer las fábulas de un encantador de serpientes.
En nuestra Tierra de Gracia nos dio por el último caso: luego de haber tenido la democracia más sólida del continente apostamos por permitir se instaurara el totalitarismo; después de haber tenido los mejores índices económicos y las mejores expectativas de futuro preferimos aferrarnos a una aventura de la desventura; a pesar de haber sufrido las consecuencias del caudillismo y salido de él, con la muerte del gomecismo, nos lanzamos a los brazos de un falso mesías; y que luego de haber derrotado al militarismo con acciones políticas, que pasaron por la clandestinidad, la resistencia cívica, las persecuciones y las despiadadas torturas, recaímos subyugados bajo la castrante bota castrense.
Sin credibilidad política
Lo peor fue que tras enfrentar los fallidos intentos de las invasiones cubanas y luego de que los militares venezolanos derrotaron a las huestes fidelistas que quisieron instaurar un régimen comunista continental, unos traidores salidos de las mismas filas castrenses le sirvieron el país en bandeja de plata al sátrapa del Caribe para que no sólo lo destruyese sino que lo esclavizase.
Por ese barranco decidimos transitar, y tenemos 18 años recorriéndolo, en un vehículo al que le quitaron los frenos, que tiene los cauchos lisos, que no tiene luces y que ha tenido 2 conductores que han demostrado haberse sacado la licencia de conducir en una bolsa de detergente regulado. Del primero nos salvamos porque la muerte se lo llevó a una suite en la V paila del Infierno (esa a donde van los traidores) y del segundo aún padecemos los desatinos como chofer pero con la esperanza de salir de él.
En esta última semana el heredero del cadáver insepulto, ese que nació en varios lugares y en ninguno registrado, el que llora a moco suelto por difuntos o destituidos presidentes extranjeros, el que baila salsa cuando sus hijos putativos son hallados culpables por narcotraficantes, el que se inventa guerras, ataques y enemigos para desviar la atención de los verdaderos problemas de los venezolanos, el mismo que ha demostrado hasta el cansancio que su palabra empeñada vale y sirve para lo mismo que un billete de 2 bolívares, le dio por ratificar lo que todos sabíamos: que nuestro problema lo representan él, los secuaces con los que gobierna y los cómplices que le hacen la comparsa para percibir algún beneficio político (mediante elecciones para repartirse pírricas cuotas de poder) o alguna rentabilidad económica (a través de millonarios contratos).
Mentirosos compulsivos
Resulta que ya nadie con la excepción de algunos ingenuos opositores, de esos que siempre le dan el beneficio de la duda o de los que terminan sorprendidos porque los cogieron en su buena fe, cree en él o en su disparatado e irresponsable régimen: el Mercosur, el organismo multilateral en el que su predecesor se empeñó en meternos en desmedro de nuestros socios naturales que era el mercado andino, le cerraron la puerta en la nariz, clausuraron las ventanas por donde pensaba invadir y taparon hasta los albañales, no vaya a ser que sufran alguna plaga, de ratas rojas o de cucarachas revolucionarias, de las que pululan en nuestro país.
Por esa vía dijeron que no tienen cabida en el organismo los que se endeudan y no pagan, los que incumplen los protocolos de adhesión, los que violentan los derechos humanos, los que encarcelan a quienes piensen distinto, los que amedrentan a médicos por cumplir el juramento hipocrático y los que se ufanan porque instaurarían una especie de Edad Media latinoamericana, en especial cuando la gran mayoría de países rema en sentido contrario a la cascada revolucionaria, socialista y chavista que instauró el Chávez yesterday y que pretende seguir el Maduro today.
Llueve... pero escampa
Parafraseando a quien se equivocó con Chávez: las cosas claras, y el.chocolate espeso. Excelente análisis.
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