miércoles, 9 de enero de 2013

Carajo! No hay timón

Miguel Yilales
@yilales

El prolífico compositor argentino de música infantil Pablo Bensaya, escribió una canción que recrea la situación política venezolana. 
Bensaya se refería a una situación en la que el viento soplaba sin parar y con fuerza, las olas golpeaban el casco del buque, mientras el cielo oscuro causaba mayor temor, la tormenta se había desatado por lo que el buque se movía a voluntad, se encontraban perdidos en el mar.
Pero el problema no era el viento, las olas, la tormenta, el cielo, ni siquiera que estuviesen extraviados, el problema es que el barco estaba sin timón y los marineros corrían a llamar al capitán para que lo pusiera en su sitio.
Los que alguna vez nos hemos aventurado al mar sabemos que hay dos cosas que no deben faltar al momento de zarpar, la primera es el timón y la segunda un capitán.
Sin el timón no hay gobierno y sin capitán no hay gobierno, es decir los dos son el gobierno del barco. Sin uno de ellos se está a la deriva.
Hoy Venezuela está a la deriva, no tenemos capitán y no hay timón. El presidente, que en nuestro sistema presidencialista cumple las funciones de gobierno, se encuentra convaleciente de una enfermedad grave, que lo mantiene en cama ¿Cuál es la gravedad? Nadie lo sabe, es casi que un secreto de confesión, porque según se desprende de los brevísimos partes médicos, por cierto no avalados por ningún galeno sino por periodistas, militares, actores, autobuseros, pitonisas y demás yerbas políticas, solo se sabe que es estacionaria, es decir ni pa´tras, ni pa´lante… un día trota, camina, baila y minutos después está intubado, tiene fiebre, no respira o una infección… un día da apretones de mano y dicta misivas, suponemos que por clave Morse, y al siguiente no puede juramentarse para un nuevo período presidencial. Pero esa es la condición del capitán, la cual no deja de tener gravedad, porque en un buque siempre habrá alguien que asuma sus funciones
El problema es que el capitán se llevó el timón y los nautas que quedaron a bordo son neófitos en la materia. Están en una rebatiña para saber quien asume el control, control que por demás no podrán asumir porque ¡Carajo, no hay timón!
Las instituciones saben que vamos a la deriva, que el viento sopla sin parar, que las olas son muy grandes, que el cielo está oscuro y el barco loco, loco, loco porque no posee timón. Nos movemos a voluntad de la tormenta, estamos perdidos en el mar y todos corremos buscando al capitán para que nos devuelva el timón y poder capear el temporal. 
Si los poderes públicos, fuesen independientes o por lo menos actuaran como tal, hiciesen su trabajo, seguro nos hubiesen proveído de un capitán y de un timón de emergencia, que por cierto está en ese compendio normativo que es la Constitución, pero, a pesar de tener ese recurso para salir del aprieto y del apuro, prefieren seguir a la deriva.
Llueve, pero escampa


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