miércoles, 16 de enero de 2013

Crucemos el Jordán

Miguel Yilales
@yilales

Hace algunos años, más de los que quisiera contar, recuerdo estar sentado en el carro de mis padres, oyendo aquella rocola ambulante, que entre casete y radio, entretenían nuestros viajes: entre Los Panchos, Felipe Pirela, la Billo´s y alguno que otro artista del momento, entre ellos, José Luis Rodríguez. 
De “El Puma” siempre se colaba un tema que mezclaba pasión y religión, letra que, por la mocedad, uno no llegaba a entender: eso de atrevernos a cruzar el Jordán, para llegar a la tierra prometida, solo me hacía pensar en el periplo de los judíos. 
Traigo esto a colación, para referirme a la situación que franqueamos en Venezuela, cruzando un desierto institucional y un desierto de las ideas, pero ambos generando el espejismo de que el Estado existe. Un Estado que solo lo ven los sedientos, pero que es apenas una ilusión óptica en la que los objetos lejanos, como el estado de derecho, aparecen reflejados en la superficie como si se estuvieran aunque, en realidad, no existen.
Si todo se quedara ahí, no habría problema, porque todos sabemos que es una ilusión y no la realidad, el mal mayor comienza cuando nuestro Moisés empieza a abrevar de esas arenas del desierto y dice vengan, tomen que no están tan malas.
Al embarcamos en la política, sabemos que hay normas que seguir, una de ella está relacionada con la ética y la otra no menos importante con la coherencia. En la primera hay que creer en lo que se hace, lo que se dice y actuar en consecuencia, en la segunda no se puede ser una veleta que indica el lugar a donde va el viento, sino una brújula que siempre señala el norte.
Con la violación de la Constitución y la usurpación del poder, que son los signos de estos tiempos, que el tribunal las legalizara, era lo predecible, ya había suficiente jurisprudencia de lo acomodaticio de sus sentencias y de lo no tan ciega, que es la versión criolla de la diosa “Temis”, pero que alguien de la oposición lo convalidara es el colmo de la torpeza.
Nunca nadie se imaginó al Cacique de Guatire diciendo que los referendos perezjimenistas, eran legales, legítimos y que como contaban con el aval de la justicia, eran respetables del sentir popular, por eso causa indignación que el ungido por el voto popular, dijese que esa violación, no era violación y que no los reconocía, pero si los reconocía, explicación tan cantinflérica como la sentencia del TSJ, que palabras más, palabras menos, dice que la ausencia no es tan ausente, porque sin estar presente, se está presente. 
Hoy tenemos que cruzar el desierto en que se ha vuelto el país, las instituciones y la sociedad, hacerlo con ciudadanos decididos y comprometidos, con liderazgos que piensen en el futuro y no en su presente, que piensen en la Venezuela del mañana y no en el conuco desértico del socialismo del Siglo XXI.
Aunque debo confesar que nunca me detuve a oír las otras estrofas desbordadas de pasión de la canción de El Puma, se que es mandatorio que con ardor Crucemos el Jordán para salir adelante y salvar, de las garras de la ignominia, a esa mujer tan deseada, llamada Venezuela.
Llueve… pero escampa.

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