Miguel Yilales
@yilales
En estos tiempos de la era de la información, parecía
impensable que algo tan obsoleto como el envío de cartas podía convertirse en una
moda, pero en este proceso involutivo que vivimos todo parece posible y viable.
En ese malvado imperio que se encuentra a
punto de desaparecer, según los jerarcas de la revolución que aun no abandonan
el barco, usted puede enviar paquetes, cartas o misivas a través del servicio
postal estatal y tener la certeza que su encomienda llegará en los lapsos
indicados.
Pero en otras latitudes usar el servicio de
correos es caer en las fauces de una dimensión desconocida.
Recuerdo que en 1985, encontrándome en Europa,
se me ocurrió la genial idea de enviar a la casa una postal para contarles como
me encontraba, resulta que luego de una larga travesía para cruzar el Atlántico
y transcurridos algunos meses, llegué a la casa y me tocó recibir al cartero
que traía mi propia tarjeta colorida, que tardó 6 largas semanas entre la
esquina de Carmelitas y la casa en la propia Caracas.
Por la
Copa del Mundo “Venezuela 2018”
Resulta que como esta revolución ha logrado
que el país se ubique hacia el siglo XIX y no en el que vivimos, no es de
extrañar que las cartas se hayan convertido en tema vital. No se trata de
correos electrónicos, blogs, mensajes en Twitter o en Facebook sino de las
cartas de despedida de quienes luego de cesanteados les ha dado por regurgitar
hasta la bilis para exculparse y decir: “yo no fui”.
Porque es que luego de destruir la economía,
la educación, la industria petrolera, hay quienes creen que con una carta para
decir que la culpa no es del arriero, sino del burro, el tiempo se les tornará
perfecto para ingresar a la oposición de la mano de los tránsfugas del pasado.
Ante tal revuelo causado por la fiebre epistolar
y en procura de no ser tildado de desestabilizador, he decidido escribirle a la
FIFA para que cambie la sede del Mundial en el 2018, que es más serio que las
largas peroratas de cuanto monje loco le ha dado por escribir.
A pesar de lo audaz de la propuesta, nadie
podría decir que no lo merezcamos, porque si bien es cierto que nunca hemos
clasificado para la fase final de la Copa del Mundo tampoco deja de serlo que Qatar
(sede del 2022) tampoco lo ha hecho, con lo cual se haría justicia con nuestro
país.
En cuanto a las acusaciones de corrupción que
hicieron en contra del órgano rector del balompié, nosotros podríamos demostrar
que no saben del tema, porque nadie supera los niveles alcanzados por los
jerarcas de la revolución en estos 15 años, con lo cual la prístina honestidad
de la FIFA quedaría intacta.
Además podríamos concluir los estadios de la
Copa América, que tras 7 años (han transcurrido 7 largos años desde que se
efectuó la justa en Venezuela) aun están sin concluir, para que no nos pase
como en Brasil que inauguraron con estadios terminados a la carrera.
Con
balón y mascota
Otro aspecto que sería propicio reconocer es
que en caso de que no vengan los hinchas de los países participantes, por las
alertas de inseguridad que hacen las embajadas a sus connacionales, llenaríamos
los estadios con esa suerte de fanáticos de camisetas que aquí abundan.
Y si nos referimos a los símbolos del mundial
de seguro que el gobierno propondría que el balón, como todo en el país, se
llamase “Ch-V-z” (no es Chávez, es Ch-V-Z), lo cual cumpliría un doble rol:
reconocimiento al eterno ausente y que fuese un nombre casi imposible de
nombrar y más de recordar (me refiero al balón).
Designar al balón así sería un verdadero avance
en el camino a la paz y la unión de los venezolanos porque la mitad del país
estaría de acuerdo con el nombre y la otra mitad con ver a los mejores
futbolistas del orbe cayéndole a patadas al balón.
La mascota sería un pollino que represente al
régimen que se ha dedicado a trabajar (la paciencia de los ciudadanos) a pesar
de lo que digan las cartas malsanas de los “comunistas trasnochados” y
podríamos emular a George Lucas con sus androides C3PO y R2D2 y llamarla +B-RO
(se lee Masburro, pero no hace alusión a nadie en particular). Toda una mezcla
entre Hollywood y la Villa del Cine.
Estoy seguro que habrá quienes crean que mi
carta está plagada de incongruencias, pero es que luego de leer que los
culpables de la destrucción de Venezuela se creen aun sus salvadores, le da a
uno por escribir a pesar del diagnóstico del siquiatra de la revolución que lo
proscribió por ser nocivo para la salud (del régimen).
Llueve… pero escampa
Jejejeje, excelente excelente profe! Nada de incongruencias, muuuy bien ajustado ;) Saludos!
ResponderEliminarL. Márquez: ¡Temblad!
ResponderEliminarMuy buena
No lo había leído en su momento, no resta mas que decir que esperemos que la Fifa lo consideré, je je je
ResponderEliminarNo lo había leído en su momento, no resta mas que decir que esperemos que la Fifa lo consideré, je je je
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