Miguel Yilales
@yilales
En la actualidad hablarle a los jóvenes sobre el
oscurantismo es transportarlos a los libros mágicos de J.K.Rawling, donde un
ser tenebroso, maligno y despiadado trata de dominar al mundo, que pudiera
estar ambientada en Venezuela, aunque no lo está, pero conversarlo en otras
épocas lo llevaba a uno a inquirir sobre lo que desencadenó en una verdadera revolución
como la francesa.
En ese período los pensadores de la Ilustración sostenían
que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía
para construir un mundo mejor. Aunque en términos correctos debiéramos hablar
de las Ilustraciones, porque estas no ocurrieron en todos los lugares al mismo
tiempo, sabemos que en todas (Gran Bretaña, Francia, los Países Bajos, la península
italiana y la ibérica, el conglomerado germánico, Polonia, Rusia, Suecia y hasta
en las colonias americanas) se propugnó la difusión del conocimiento.
Ahora esta versión tropical y caribeña de lo que es una
revolución pretende reescribir la historia y decirnos que hay que exaltar la barbarie,
la nigromancia y el despotismo, en los que estudiar y aprender es diabólico y
propio de un pensamiento burgués.
En estos días apareció una especie de “Robespierre” bolivariano,
por aquello de llevar a la guillotina a todo el que piensa distinto a él, que está
decidido a demostrar que una verdadera rebelión popular debe quitar la
educación como un derecho y convertirla en un privilegio.
El pichón de
Torquemada
Resulta que aquella idea del Barón de Condorcet de dar
instrucción al humilde para sacarlo de la profunda desigualdad social no era en
realidad un postulado revolucionario, ya que sin los pobres no puede haber
revolución.
Como también estaba equivocado el español Jovellanos, ese
que planteó el concepto de gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria,
y la necesidad del estudio de las carreras técnicas como las matemáticas, el dibujo,
el comercio y la náutica, es decir, la profesionalización.
Todos esos pensamientos, que en realidad eran ideas burguesas e imperialistas disfrazadas de revolucionarias, debieran ser
desterrados según un diputado (perteneciente al partido que otrora apoyó al
maestro Luis Beltrán Prieto) que ahora podríamos llamar Gastón de Torquemada.
En un destello de genialidad propia de quienes ejerciendo
una profesión reniegan de ella, algo así como decirse obrerista y acabar con
las protestas de los obreros por ser contra el Estado, propuso que para ser periodista
y comunicador social (él es periodista) no era necesario pasar por la
universidad.
Supongo que luego opinará, en honor a su partido, que todo
aquel que sepa pegar bloques debe ser considerado ingeniero civil, el que sepa
sacar cuentas es contador público, el que repare motores será ingeniero
mecánico o el que sepa pegar curitas se le dé por enfermero.
De seguir por esta vía debiera proponer cerrar cuanta
universidad chimba ha creado el socialismo del siglo XXI, porque universidad de
pensamiento único es cualquier cosa menos una universidad, y así evitar
erogaciones innecesarias al Estado ya que podrían entregar los títulos en una
bolsa, porque cajas no hay, de detergente.
Que muera la
inteligencia
Definitivamente no se podría esperar más de quienes en estos
16 años se dieron a la tarea de acabar con todos los postulados de la igualdad,
libertad y fraternidad, para entronizar a un reyezuelo, con herederos y todo,
lo cual nos retrotraería a épocas en los que el rey era el Estado.
Cuando Millán-Astray se enfrentó a Miguel de Unamuno y dejó
para la historia aquella miserable frase con la que es recordado, labró su
camino para convertirse en jefe de Prensa y Propaganda de la dictadura militar
de Franco, en la que obligaba a los periodistas a cuadrarse y alinearse al
tocar el silbato, lo que hace suponer las aspiraciones de este barbacana de la
revolución: comandar las salas de loas (no son de prensa) de la revolución.
Sí el siglo XVIII fue considerado el de las luces, en
Venezuela estamos avanzando a paso de vencedores, en pleno siglo XXI, hacia la
Edad Media.
Hoy cuando es vital la profesionalización, la
especialización, el dominio de la información y de los idiomas, solo a un
retardatario monje del siglo IV, y creíamos que en este régimen solo había un monje,
se le ocurriría tal adefesio pero a veces el más asno no es a quien le sobren
los méritos sino al que rebuzne más y definitivamente en esta oclocracia ya no hay
vacantes.
Llueve… pero escampa
Muy de acuerdo con tu texto, lo peor es que ya nada aquí me sorprende.
ResponderEliminarDefinitivamente es una verdad irrefutable y es una barbarie que nos va envolviendo día a día
ResponderEliminarTan cierto como inexplicable!
ResponderEliminarExcelente comentario mi estimado profesor. Muy acertado.
ResponderEliminarJAM
Como siempre reflexivo, certero , con una brillante exposición de una situación país que es deplorable y la correlación de épocas y seres malvados y astutos. Lo felicito.
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