Miguel Yilales
@yilales
Hace algunos años, antes que se iniciara este proceso político,
los niños venezolanos disfrutábamos de los mejores espectáculos que salían de
gira por el continente. En el Nuevo Circo de Caracas, y luego en el Poliedro,
llegaban artistas con sus espectáculos de patinaje sobre hielo, teatro y musicales
que hacían de las delicias de padres y niños.
Pero la historia reciente del show bussines infantil en Venezuela se ha circunscrito a circos y
más circos. Inclusive hay unos hermanos, radicados en el país, que cada año
hacen su agosto, literalmente hablando, en el mes de agosto.
Tan importante ha sido el circo para el proceso bolivariano,
socialista y chavista que hasta una escuela para la formación circense crearon,
aunque supongo que la afición por la pista, la tramoya, en fin, por el
espectáculo le venía a nuestro tropical Mumm-Ra
(personaje momificado e inmortal de una serie animada que otrora vi) por otro
lado.
Y es que durante el Imperio Romano se organizaban grandes
espectáculos: combates de gladiadores, luchas de fieras, representaciones
teatrales, que eran la forma de entretenimiento por excelencia. Este divertimiento
y la distribución de alimentos de manera gratuita se convirtieron en las dos
grandes herramientas de control social de la época y que, 2 milenios después, la
siguen usando las revoluciones, llámese cubana, venezolana o norcoreana, como
política de Estado.
Panem et circenses
Desde que el Socialismo del Siglo XXI se instaló en el poder
ha empleado la estrategia del circo en muchas ocasiones, es más, vivimos en un
constante espectáculo al estilo romano que, para mantener tranquila a la
población y ocultar los hechos controversiales que ocurren a diario, provee a
las masas de alimentos malos y entretenimientos de baja calidad.
Pero ahora que el gobierno maduró (lo digo porque ya bailó
el vals y no por apellido alguno) la comida si no se pudre, no se encuentra;
si desaparece, aparece más cara o la tienen los buhoneros; si no se produce, se
importa y si se produce, no alcanza o la contrabandean, en fin una tramoya tras
otra para definir lo que solo tiene un nombre escasez.
Y frente a la carestía nada más eficaz en tiempo de
revolución que controlar su distribución: colas en que las personas son
marcadas como ganados para adquirir lo único que hay es más eficiente que la
variedad de productos para consumir; mercados a cielo abierto en que la gente
espera bajo el inclemente sol son superiores que esa costumbre burguesa de
adquirir los productos en aire acondicionado e implementar el racionamiento es
mejor que abastecer.
Pero lo grave de todo esto además de que no se encuentran
los productos de la cesta básica o se adquieren a precios exorbitantes a pesar
de los controles de precios, es que entre tanto circo ya la gente no sabe cómo
llamar a las cosas por su nombre.
El lingüista norteamericano George Lakoff dice que en
política hay que crear marcos referenciales para que la sociedad compre un
sistema y en eso han sido unos artistas los asesores del régimen. De ahí que el
desabastecimiento por incapacidad del Estado se convirtió en guerra económica y
la falta de productos en exceso de consumo.
Llámelo por su nombre
La última estrategia ha sido para desvirtuar que las
tarjetas de restricción al estilo cubano, que en el siglo XXI es electrónica,
no es de racionamiento sino de abastecimiento y que no se trata de las mismas
odiadas captahuellas electorales sino de un sistema biométrico para hacer las
compras, cuando en realidad de lo que hablan es de racionamiento.
Pero así como el gobierno implementa sus marcos lingüísticos
la oposición y la sociedad en general debiera tener sus propios referentes y no
repetir como loros la jerga gobiernera.
Nos encontramos frente a un régimen chambón que lo único que
le interesa es mantener sumisa a la sociedad mediante controles y colas. Se
estrenaron en la vigilancia, de cuánto podíamos gastar en los viajes y a que
destinos ir, con un cupo de dólares que usan como sí de dádivas se tratase,
ahora le tocó el turno a lo que debemos consumir.
Para ellos lo importante es dosificar cuanto pan le dan al
pueblo, mientras sus acróbatas, malabaristas, contorsionistas y payasos (que
les sobran) montan el espectáculo para doblegar la voluntad de los ciudadanos;
no se trata de sistemas biométricos, ni de tarjetas electrónicas o chips de
consumo, esto en lenguaje llano es racionamiento y racionamiento es
racionamiento.
Llueve… pero escampa
Entre eufemismos nos vemos estimado Miguel. Y la oposición ha caido en la trampa como bien apuntas. Pues como dijo Mark Twain: Es más facil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados.
ResponderEliminarExactamente, es un juego que en política se paga caro, lo lamentable es que quienes han caído en ello lo hacen por comodidad o por ignorancia
EliminarEn ese tema de los eufemismos y los términos indirectos, este gobierno es el más creativo de la historia: desde que ya no tenemos presos sino "privados de libertad" y malandros que deben devenir en "bienandros", hasta esto del "abastecimiento" en lugar del racionamiento, todo es negar los hechos con palabrerío. Siendo Chávez el maestro en esto de tergiversarlo todo.
ResponderEliminarAsimismo es Alejandro, era un artista para manipular y generar conceptos que todos repetían como una moda
EliminarRacionamiento es racionamiento, llámese como se le llame. Con tarjeta, captahuella, biométrico, todos son lo mismo. Comunismo puro.
ResponderEliminarMas claro imposible
Eliminar