Miguel Yilales
@yilales
Hay cosas que son inevitables desde que nacemos. La primera
es que al ser concebidos empezamos a envejecer y la segunda es que expiraremos
en algún instante. En lo particular no hablaré sobre la muerte porque en estos
días pareciera que ella se hubiese instalado en esta tierra.
Si no fuese así la gente no andaría quitándose los años y la
cirugía estética y los tratamientos para rejuvenecerse no existirían o el
conquistador español Juan Ponce de León no hubiese invertido su tiempo buscado
la fuente de la eterna juventud.
Sabemos que vamos para allá, pero queremos hacerlo en las
mejores condiciones físicas y mentales, que no se deteriore nuestro organismo y
principalmente que nuestra mente no nos haga malas pasadas.
Llegar a viejo lúcido es una bendición, pero el organismo se
estropea y contra eso no podemos hacer nada, al llegar a la adultez las
neuronas no son las mismas y nuestra corteza cerebral se deteriora dando paso a
diferentes manifestaciones de lo que conocemos como demencia senil.
Los griegos y los romanos asociaron a la vejez con la
demencia y fue hasta 1901 que el psiquiatra alemán Alois Alzheimer identificó que
el problema no era la edad sino una enfermedad que lleva su nombre.
La enfermedad de alzhéimer es la forma más común de demencia
senil. Es incurable, terminal, aparece con mayor frecuencia en personas mayores
de 65 años de edad y se caracteriza en su forma típica por la pérdida de la
memoria inmediata, confusión mental, irritabilidad y agresión, cambios del
humor, trastornos del lenguaje, pérdida de la memoria de largo plazo y una
predisposición a aislarse.
Qué mala memoria
Si no fuese porque estos síntomas están asociados a los
individuos, en Venezuela pareciera que nos encontraríamos con el primer caso
mundial de una enfermedad no contagiosa con manifestación colectiva.
Según algunos todas las obras de infraestructura las hizo el
general de Michelena o el comandante de Sabaneta, entre 1958 y 1998 no se construyó
nada: los puentes “Rafael Urdaneta” y “Angostura”; el segundo sistema
hidroeléctrico más importante de Suramérica; el complejo cultural Teresa
Carreño que completó el corredor de la cultura en Caracas; Parque Central con
sus enormes torres; hospitales, universidades, complejos hoteleros, no existen
o aparecieron de la nada; el vaso de leche escolar que repartían cada mañana en
las escuelas nacionales nadie se lo tomó o Corpomercadeo aquel sistema de
abastecimiento a las clases menos favorecidas nunca existió y solo el Plan
Bolívar 2000, MERCAL, PDVAL o el Bicentenario visibilizaron a los pobres. Si
todo esto no es una muestra de la pérdida de la memoria inmediata y de largo
plazo, no sé que será.
En 1989 Carlos Andrés Pérez luego de ganar la presidencia planteó
un plan de reducción del Estado venezolano sin empresas que no fuesen su razón de
ser (que no fuese hotelero, telefonista, agente de bolsa, banquero, bodeguero, operador
aéreo, entre otros) por lo que la intelectualidad, la izquierda, la derecha, los
medios de comunicación y los militares golpistas se confabularon hasta
derrocarlo, resulta que 25 años después el comandante Fausto nos viene con el
cuento que el Estado, que él ayudó a engordar en estos 16 años de revolución,
no puede ser tan grande y que debiéramos salir de lo que no es el negocio de
gobernar. Esto tiene que ser una prueba irrefutable de la confusión mental de
estos acólitos del Socialismo del Siglo XXI.
Seniles o no he ahí
el dilema
Lo que nos falta es que dentro de poco salgan y parafraseen el
eslogan que tanto usaron los adecos y nos digan que “con Chávez se vive mejor”
y lancen la candidatura de la verdadera hija del Supremo, para evidenciar
nuestra predisposición a aislarnos definitivamente del mundo que busca
modernizarse.
En cuanto a las condiciones de irritabilidad, agresión y
cambios de humor en estos años recientes entre la escasez, la inseguridad, el
abuso de poder, la ineficiencia de las líneas aéreas, de seguro encontraremos
evidencias de esto.
Y del trastorno del lenguaje no hablaré, no vaya a ser que
piensen que me estoy refiriendo al iluminado que vive inventando verbos,
adjetivos, sustantivos y pare usted de contar.
Definitivamente parecemos un país en el que todos sufrimos
de alzhéimer, los que han tenido familiares con esta enfermedad saben lo penosa
que es, ojalá que a los que pretenden dirigir la nación les importara y lucharan
por corregir las causas que nos trajeron hasta aquí.
Llueve… pero escampa
Que cierto es los comentarios, no se hasta cuando vamos a seguir en este estado de olvido y de seguera de la realidad en la que vivimos
ResponderEliminar