Miguel Yilales
@yilales
Al tratar sobre el bien y el mal que nos rodea, nos
encontramos con personajes detestables, infames y malévolos. En algunos casos
los reconocemos como parte de los ignominiosos, son su complemento.
No podríamos imaginar la película Aladdín sin el traicionero,
intrigante, envidioso y cruel cómplice de Jafar: el loro Iago; a Maléfica
encontrando a Aurora sin la ayuda de su fiel y amado cuervo Diablo, a Cruela de
Vil ayudada por los ineptos Horacio y Gaspar o a Lucifer acosando a los
inofensivos ratones que ayudaban a Cenicienta. Si bien no eran los maléficos
principales, la trama no hubiese sido posible sin su concurso.
Es como en nuestra política cotidiana, donde los villanos
principales han estado rodeados de personajes siniestros capaces de todo con
tal de disfrutar las mieles del poder. Movidos sibilinamente para intrigar,
mentir, engañar y chismear son unos reptiles equiparables con aquel que
convenció a Eva para que comiera el fruto prohibido y de paso embaucara a Adán.
Y aunque sabemos que estos males no son exclusivos de esta
época, preocupa que no hayamos aprendido en el tiempo y que nuestra sociedad y
sus instituciones estén cimentadas en antivalores, exacerbados por quienes autoproclamados
salvadores, terminan perforando el casco del navío para ver qué pasa y cuando
se hunda abandonarlo como lo hacen las ratas.
Nunca investigó, solo
denunció
Decía Kapuschinski que había profesiones para las que,
normalmente, se iba a la universidad, se obtenía un título y ahí se acaba el
estudio, para luego administrar lo aprendido durante el resto de la vida, pero
que en el periodismo la actualización y el estudio constantes era una conditio sine qua non, ya que el trabajo consistía en investigar.
Pero en Venezuela hay algunas individualidades que han
desvirtuado la noble labor del ejercicio del periodismo, y creen que se basa en
la intriga y el chisme.
Pero la culpa no es del ciego sino de quien le da el garrote
y en nuestro caso son los ciudadanos los que contribuyen a que personajes
infames tengan el poder y la preponderancia que no se merecen.
El profesor Hugo Grossio siempre expresaba que los
venezolanos teníamos una corta memoria política y esa aseveración nunca ha dejado
de ser cierta, por lo que hay que recordar el pasado.
Durante la década de los 70 se presentó en Venezuela un gran
escándalo de corrupción. El gobierno de turno adquirió con sobreprecio un buque
refrigerante y había decidido regalarle a un país sin salida al mar otro buque
(hay quienes creen que era el mismo barco, pero no es así), algo así como sí
ahora el gobierno comprase plantas eléctricas, aviones o carros y decidiese
enviarlos al mismo país sin salida al mar o una isla caribeña.
Cuando en el país había un parlamento capaz de investigar,
se genero un debate político sobre sí se debía enjuiciar y llevar a la cárcel
al presidente. Se trataba de determinar su responsabilidad política y
administrativa y en el momento crucial apareció un personaje con el voto salvador.
En la época se especulaba cuanto había costado ese voto o
que favores pagaba, lo cierto es que el personaje de marras hoy se comporta,
entendiendo “un hoy” que tiene 16 años, como sí nunca hubiera formado parte del statu quo venezolano.
Un fin: su beneficio
particular
Este personajillo (porque nunca fue, es o será un
personaje), pontificaba, y aun lo hace, sobre lo humano y lo divino. Sí le
tocaba ser candidato se disfrazaba de José Gregorio Hernández; sí se
transmutaba en denunciante era un ventilador que llenaba de detritus sin
importar nada, ni nadie; sí le tocaba perseguir a los corruptos que cayeran
todos, menos los que contrataron a su chilena esposa (él era ministro de la
Defensa) para que, con recursos del Estado, instalara esculturas en las
instalaciones militares.
Luego de haber sido vicepresidente, ministro de defensa y
canciller cree que es una voz imparcial para acusar a inocentes sin presentar
pruebas. Experto en intrigar y en chismear nunca se hizo responsable por lo que
decía. Siempre actuó con inteligencia, astucia y de forma oculta para conseguir
un determinado fin: su beneficio particular.
Sí fuésemos un país serio, que no lo somos, este señor
estaría en pantuflas cuidando a sus nietos, nadie le creería ni el Padre
Nuestro de rodillas, sus cuentos no tendrían credibilidad y todos sabríamos que
de sus columnas marcianas o de su bodrio televisivo solo salen chismes e
intrigas revolucionarias.
Llueve… pero escampa
Ese personaje cae como anillo al dedo a la frase de Tennessee Williams "La única cosa peor que un mentiroso es un mentiroso hipócrita".
ResponderEliminarMiguel, su voto fue crucial en dos oportunidades, la primera para salvarlo, a la cual te refieres y la otra para enjuciarlo y sacarlo del poder. Creo que si trataramos de escribir un libro con todas sus mentiras en la IV y chismes revolucioanrios en este V desastre hariamos un libro mas grueso que el de Petete. Dicen que un pago de ese voto fué el no enjuciamiento o el no sacar al aire los trapitos sucios o vicios de su esposa chilena.
ResponderEliminarSe le olvidó mencionar al personaje siniestro, Cicerón, con quien contaba para sacar los trapos sucios de la 4ta república al sol, pero cuando ganó la revolución, lo envió de vacaciones prolongadas. Ese personajillo se ufanaba de saber mucho de corrupción de las FAN, pero de la 5ta república, jamás ha dicho ni pío.
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