Miguel Yilales
@yilales
En esta oportunidad quisiera hablar de una isla en que los
sueños se hacen realidad. Por supuesto que no me referiré a un país insular del
Caribe, asentado en el mar de las Antillas, cuya forma de gobierno es el
fracasado socialismo.
En la de mi cuento los turistas de cualquier origen social
podían vivir sus fantasías y hacerlas realidad, en cambio en la caribeña la
gente prefiere lanzarse al charco en rudimentarias y artesanales embarcaciones
en búsqueda de la libertad.
Hacia 1978, cuando en la Venezuela saudita no apreciábamos
lo que teníamos, supimos a través del enigmático anfitrión de una isla
misteriosa del Océano Pacífico, que la gente podía cumplir sus fantasías.
De verdad que me imagino a un venezolano de esa época, montándose
en un hidroavión para viajar hasta el Pacífico y al salir de la aeronave
escuchar al anfitrión diciéndole a su ayudante la naturaleza de la fantasía:
“este militar venezolano quiere viajar al futuro en el país más prospero de
América y convertirlo en un paraíso de pedigüeños, donde nadie trabaje y se
premie la vagancia. Para eso está dispuesto a derrochar el oro negro y endeudar
al país a montos inimaginables. Y quiere que tú estés al frente del Parlamento
y que yo sea su ministro y, eventualmente, su sucesor”.
A continuación, Roarke le dio la bienvenida, al levantar su
copa y decir: "Mi estimado Tribilín, yo soy el Sr. Roarke, tu anfitrión.
Bienvenido a la Isla de la Fantasía".
Jefe, jefe… el avión,
el avión
Ahora se el porqué en la actualidad a nuestro Tatoo, le ha
dado por encaramarse en tarimas, campanarios, escenarios y para usted de
contar, a decirle a Roarke “jefe, jefe… el avión, el avión”, palabra que puede
ser sustituida por los cauchos, el aceite o la comida, con tal de no sufrir el
mismo destino del ministro de seguridad de la isla, que fue cesanteado porque la
fantasía de un escudero de la revolución se escapó de control.
Esa es la única manera de entender como luego de destruir
todo el aparato productivo, generar la inflación más alta del mundo, dilapidar
miles de millones de ingresos petroleros, con anaqueles vacíos y muchas
penurias para conseguir la cesta básica, la gente ande feliz como una lombriz.
Además de que otra forma, que no fuese por la capacidad del
encantador de serpiente que lo precedió o de lo sobrenatural de sus aparentes
poderes habilitantes, podrían este señor Roarke y su menudo amigo Tatoo,
gobernar en medio de los micro Estados espurios que hacen vida en el país (confieso
que la clasificación es de Werner Corrales): primeramente el de los colectivos
quienes ejercen el control de la seguridad en barrios y control político en la
ciudad; el de los pranes, amos y señores de los penales venezolanos, quienes en
connivencia con las fuerzas públicas intervienen en secuestros, tráfico de
drogas y bailantas, ahora justificadas, según el Sonero del Mundo, porque contrato
es contrato; el cártel de los soles, esa ilegítima alianza entre las bandas
internacionales de la droga y armas con generales, que tumba aviones sin
víctimas y les meten toneladas de drogas sin que las detecten y finalmente la
banda de ministros que tienen adscritas en sus despachos, esposas, hijas,
niñeras, sin importarles el nepotismo o que se guarden las formas.
Nada de isla, nada de
fantasía
Si esto no es lo más parecido a una isla (y no de la
fantasía) no se que puede ser: con control de dólares para los viajeros, líneas
aéreas obligadas a vender boletos a bolívares, so pena de ser cerradas,
clausuradas y hasta expulsadas, con enfermedades tropicales erradicadas del
mundo como la malaria y el dengue y con un hospital de campaña contra el ébola
en el aeropuerto de La Carlota, con la particularidad de que esta terminal no
es internacional, a menos que sea para uso de PDVSA Airlines y sus
revolucionarios viajeros.
Lamentablemente nuestros criollos Roarke y Tatoo, a
diferencia de los personajes que interpretaban Ricardo Montalbán y Hervé
Villechaize, no hacen el bien y solo aspiran permanecer en el poder así
arruinen al país, es que ellos pueden administrar el desierto del Sahara y
gobernar los 7 mares y de seguro en meses escasea la arena y se secan las
playas.
En Venezuela Gómez tuvo la isla del Burro y Pérez Jiménez
uso a Guasina para detener a los presos políticos, no permitamos que conviertan
a todo el país en una isla: aislada, saqueada por sanguijuelas y con todos
presos a la espera de la próxima balsa.
Llueve… pero escampa
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