jueves, 27 de noviembre de 2014

Nos jugaron kikiriwiki

Miguel Yilales
@yiales
Siempre he creído en los procesos democráticos. Desde que estaba en mis años mozos, participaba en los procesos electorales que hacían en el liceo, donde llegué a ser representante a través del centro de estudiantes, en especial en una época en que ser parte de ese cuerpo, y estar en el área de influencia de la universidad primigenia del país (mi liceo está a escasas cuadras de la UCV, en la misma urbanización donde dicen que nació el que no tiene partida de nacimiento) significaba tirar piedras.
Resulta que se participaba, nos sometíamos al proceso de votación y, terminado el mismo, al escrutinio. Las papeletas eran contadas manualmente, voto a voto: unos salían para una plancha, otros para la otra, estaban los que votaban nulos y los que votaban blanco (que no tenía que ver con el otrora partido del Pan, Tierra y Trabajo), para luego determinar a cuantos no les interesaba el proceso, es decir los abstencionistas, que por cierto en esa época eran insignificantes.
En esos procesos teníamos una comisión electoral honesta, que no era parte del proceso sino garante de que la gente votara, que se cumplieran las reglas de convivencia electoral, que nadie destruyera propaganda electoral, que no votara quien no fuese alumno del liceo, garantizaban que las urnas electorales fuesen resguardadas y velaban porque no se emitieran más votos de los que eran. Es decir cumplían sus funciones y nos hacían confiar en el proceso.

Algo huele mal en Dinamarca

Todo esto viene a cuento porque después de muchos años por primera vez parecía que se iba a renovar el Poder Electoral, de acuerdo a lo que dice la constitución, es decir, con personas no vinculadas con los partidos políticos, postulados por la sociedad civil, las universidades y el Poder Ciudadano, para así tener un árbitro electoral ecuánime, equitativo y justo.
Se suponía que las cosas iban bien. El régimen cedió y aceptó que se estructurara el comité de postulaciones para designar a 3 de los 5 miembros del Consejo Nacional Electoral, pero todo no fue color de rosas.
William Shakespeare acuñó en una de sus tragedias, una frase que en política es usada cuando las cosas están mal. Resulta que antes de que Hamlet recibiera la visita del fantasma de su padre y rey de Dinamarca, a contarle sobre su asesinato, la usurpación del trono y de la relación incestuosa de su madre, un centinela dijo “algo huele mal en Dinamarca”.
Desde aquel episodio shakesperiano, en la vida política se usa esa frase para indicar cuando las cosas no marchan bien en un país por corruptelas y en eso nosotros no tenemos parangón.
Sucede que al momento de designar al comité de postulaciones comenzó el tufillo. Se designó un cuerpo que mayoritariamente simpatizaba con el gobierno. Luego las decisiones que debían tomarse por mayoría calificada, un procedimiento para que haya consenso, decidieron hacerlo por mayoría simple, con lo cual habría algunos convidados de piedra.

Y nos dejaron la baranda

Pero la renovación del órgano electoral era necesaria y había que apostar por ella, luego que en el actual período los rectores han sido denunciados por no rendir cuentas, por favorecer el ventajismo, por desestimar a priori los reclamos de la oposición, por modificar los circuitos electorales para favorecer al oficialismo, por incumplir reiteradamente lo que dice la ley, por permitir el peculado de uso en las elecciones y por cambiar los cronogramas electorales para favorecer a un sector.
Como olía mal, y no precisamente en Dinamarca, pero podía ser peor, resulta que dos de las copartícipes en todas esas irregularidades, decidieron limpiar su nombre de la percepción que tenemos la mayoría de los venezolanos, y se postularon para repetir en el Consejo, porque ahora van a actuar como un magallanero o un caraquista de umpire en una final entre Navegantes y Leones.
Cabe preguntarse ¿Qué les ofrecieron? Esa la saben ellas ¿Por qué llegamos a desconfiar de ellas? Esa la sabemos nosotros ¿Cuál va a ser su actuación futura? Esa la sabemos todos.
En la oposición las propuestas pasan por la vía electoral para cambiar la Constitución o para cambiar todo desde el parlamento y en el gobierno necesitan que la baranda del CNE, protagonista de la actual gestión, siga generando angustias antes de cada anuncio entre gallos y medianoche. Lo lamentable es que se va a remozar al CNE para hacerlo más confiable y parece que nos juegan, como se decía antes, kikiriwiki.

Llueve… pero escampa

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