Miguel Yilales
@yilales
Cuando estudiaba, aun no he dejado de hacerlo, el alfabeto
tenía 29 letras, ya que se incluían los dígrafos ch y ll como letras. Luego las
cosas cambiaron y pasamos a tener sólo 27 letras.
Les reseño esto porque hace muchos años nació un genio cuyo
apellido comenzaba con la letra “C”, aunque antes de 2010 decíamos que era con
“Ch” (no se les ocurra pensar que voy a escribir del Tribilín de Sabaneta).
Hacia 1939, mucho antes de que nacieran la mayoría de los
responsables de este desastre que nos gobierna, el indiscutible e inigualable
Charlie Chaplin, a escasos meses de iniciada la II Guerra Mundial, creó una
obra maestra en la que parodiaba lo que estaba por ocurrir.
En la película “El Gran Dictador” aparecen dos personajes: un
regordete militar, de escasa cabellera, bocón, que le encantaba gesticular y
amenazar y un dictador con bigotes, de escasas ideas, de pocos modales y
fanfarrón (aunque por la descripción un lector distraído pudiesen creer que
salieron de esta revolución bonita, pero no es así): Astolfo Hynkel y su par
italiano Benzino Napaloni.
A jugar lotería
En esta sátira, Chaplin quien vio lo que iba a ocurrir mucho
antes que Petain y Chamberlain, criticaba agriamente las acciones como la
represión contra la disidencia, la persecución al que pensara distinto y la
limitación a la libertad de expresión, de no ser porque eso ocurría en el
ficticio país de Tomania, nadie se imaginaba que eso iba a ocurrir en la
Alemania de los años siguientes y mucho menos en la Venezuela de hoy.
Acontece que en estos meses hemos visto a nuestro tropical
Hinkel y su camarada parlamentario Napaloni, desesperados porque luego de clamar
por el ataque imperial que les permitiera demostrar la garra antiimperialista
de unos muy veteranos y obesos milicianos, la única conflagración que llegó fue
la del “precio justo” de lo único que producimos.
De nada sirvieron las máximas del führer bolivariano que indicaban que tendríamos “petróleo para mil
años y debíamos compartirlo con los más pobres, a precio preferenciales y a
largo plazo”.
Resulta que dilapidamos ingentes fortunas, como quien se
gana la lotería, empieza a hacer fiestas para celebrar y ayuda a sus vecinos
para que salgan adelante, para luego percatarse que quedó más pobre de lo que era
antes. Nos peleamos con el que pagaba a tiempo y alcahueteamos a los camaradas
de parranda, ahora que necesitamos que paguen, tenemos que recurrir a
prestamistas para que asuman la deuda.
Persecuciones y atropellos
Ante tanto fracaso y luego de perder por puntos y nocaut con
la economía, la diplomacia, la cultura, la educación, la inseguridad y el
desabastecimiento, pusieron en práctica la estrategia de la distracción
política y judicial, como tantas otras veces.
Para ello ordenaron al independiente, pulcro y eficaz
Ministerio Público que imputara al ser más malvado de la política venezolana por
atentar contra la estabilidad nacional, no porque fuese responsable del
envenenamiento de los 40 reos en Uribana, ni porque hubiese entregado la
soberanía nacional a Guyana, ni mucho menos por haber cambiado el petróleo por
espejitos chinos sino por exigir la renuncia de los responsables de este
desastre, acción tan democrática como las elecciones y tan constitucional como
la protesta.
Los regímenes totalitarios, del signo que sea, siempre les
da por perseguir a los que piensen distinto, así lo hicieron los nazistas, los
franquistas, los maoístas, los pinochetistas, los castristas y, no se podían
quedar atrás, los chavistas. Este año se inició con la cárcel a Leopoldo López,
luego la destitución y prisión a alcaldes opositores y ahora la imputación a
María Corina Machado.
Mientras el mundo clama porque cese el acoso político en
Venezuela, el régimen responde “que si quieren que les cuente el cuento del
gallo pelón”; cuando se pide que se respeten los derechos humanos, la
revolución contesta “que si quieren que les cuente el cuento del gallo pelón”;
si alguien alza la voz pidiendo responsables por la inseguridad, las muertes en
las cárceles, el desabastecimiento, en cadena nacional dicen “que si quieren
que les cuente el cuento del gallo pelón”; si se desea libertad para los presos
políticos, que cesen las torturas o haya independencia en los poderes públicos,
las focas rojas cantan a coro “que si quieren que les cuente el cuento del
gallo pelón”… hasta que los venezolanos seamos los que les contemos a ellos el
“cuento del gallo pelón”.
Llueve… pero escampa
Estos 10 controladores Alfas y Betas creen que somos gammas, deltas y epsilones con bajo nivel de inteligencia, así según somos importantes e iguales y por lo tanto felices en "Un Mundo Feliz", incapaz de ejercer su libertad de pensamiento, ni derechos para elegir, como cita la obra de Aldous Huxley.
ResponderEliminarComo siempre agudo y certero en sus reflexiones estimado Prof, saludos desde Barquisimeto
ResponderEliminarSon respuestas de personas con falta de conocimiento y liderazgo.. Saludos!
ResponderEliminar