Miguel Yilales
@yilales
Criticar a unas personas que huyen de la miseria que
representa no tener que comer, imposibilitados para adquirir una vivienda,
padecer de servicios públicos inexistentes, estar obligados a vivir de las
migajas de un gobierno o sobrellevar un estado de guerra permanente en el que
la violencia es la principal causa de muerte, no sería justo.
Y aunque alguien pueda pensar que me refiero a la situación
que a diario vivimos los venezolanos, la descripción de las causas anteriores
estaba referida a los cientos de miles de cubanos que se han lanzado a aguas
infectadas de tiburones con la única esperanza de navegar 90 millas que les
devuelva la dignidad humana o de los más de 800 africanos que se subieron a un
buque y encontraron su última morada frente a las costas de Libia esta misma
semana.
Ya ha pasado mucha agua bajo el puente desde que el controversial
video “Caracas, ciudad de despedidas” fuese visto y criticado por mucha gente.
De ahí surgió la frase “Me iría demasiado” que fue motivo de burlas y
celebraciones por gran parte de nuestro polarizado país.
Las críticas por la superficialidad de los argumentos que
planteaba y por el lenguaje empleado, no nos hizo recapacitar respecto a que un
grupo de jóvenes se hubiesen detenido a reflexionar sobre la realidad del país
y el porqué pasamos a ser esta locura en la que todos aspiran un futuro mejor,
pero que no lo vislumbran en esta hermosa Tierra de Gracia.
Vivir mal o morir en
el intento
Sin embargo, más allá de nuestro acuerdo o desacuerdo con quienes
se van y sus motivaciones o con quienes se quedan y sus razones, el asunto
volvió a tener vigencia porque hace unos días a un empresario venezolano le dio
por navegar las sinuosas aguas del drama que representa la emigración.
Por supuesto que hablar del tema en un país donde todas las
familias tienen a alguien o conocen a alguien que ha tenido que emigrar porque
la inseguridad, la inflación, la falta de oportunidades de trabajo, la poca
calidad de vida así los obligó, era como pisar juanetes: para algunos una
afrenta imperdonable y para otros una reflexión sobre el problema.
Desde hace años muchos venezolanos hacen largas colas, no
frente a automercados para adquirir papel higiénico, harina precocida, aceite
de maíz, leche o pañales sino en los distintos consulados de países europeos,
norteamericanos, suramericanos en busca de la esperanza que les fue secuestrada
por quienes supuestamente llegaron al poder para salvarnos de la hecatombe de
40 años de democracia civil y que solo ha servido para que unos boliburgueses se
distribuyeran un botín, como lo hacían los corsarios cuando abordaban una
embarcación.
De entre esos que se repartieron el país, también hay
quienes a las primeras de cambio estarían dispuestos a “irse demasiado”, así lo
han venido demostrando todos esos ejemplos de entereza, rectitud y honradez que
pululan en esta revolución socialista, chavista y antiimperialista.
Ópera incierta
De todos es conocido que mientras están en posiciones de
mando amasan inmensas fortunas porque desvalijan al país pero que al dejar de
tener el favor del gobernante o al abandonar el poder, agarran sus macundales y
sus alforjas para solicitar, en el malvado imperio norteamericano, protección a
cambio de convertirse en un correveidile, una especie de wikileaks bolivariano, en contra de sus antiguos cómplices.
A la fecha desconocemos a ciencia cierta los resultados de
sus colaboraciones y sí las pruebas presentadas son tan contundentes como para terminar
de desenmascarar a este gobierno forajido, en especial por la incoherencia de una
oposición que denuncia por el mundo los desaguisados del régimen, pero cuando
sancionan a unos funcionarios del gobierno por violadores de derechos humanos y
por sus nexos con el narcotráfico y el terrorismo internacional, salen a decir
que no era para tanto, con lo cual uno no entiende para que viajaban, a menos
que fuese porque necesitaban hacer shopping.
El problema no es que estos delincuentes se vayan (ojalá se
fuesen todos) sino que luego de haber destruido al país, estos pitiyanquis
cooperantes del imperio se presentan como los salvadores de la patria porque
denunciaron lo que ellos mismos ayudaron a construir, con la esperanza de
mimetizarse con los exiliados, desterrados y perseguidos que emigraron en busca
de un futuro o que al pasar el tiempo los ensalcen por ayudar a desalojar del
poder a esta marea roja.
Llueve… pero escampa
Mi estimado amigo, como decía alguien por allí, y me refiero a nuestros gloriosos líderes de la oposición La inconsistencia es lo único en lo que ellos son consistentes
ResponderEliminarCreo que cualquier inconsistencia deja de tener peso específico cuando se percibe el impacto de las últimas medidas tomadas por el gobierno. Coadyuvantes para completar el plan llevado paso a paso para impedir la salida del país a los venezolanos. Buen trabajo profesor Yilales, incluso yo me quiero ir demasiado...
ResponderEliminarLas colas se van a incrementar en los consulados, ya que vivimos el peor modelo económico de la región y las políticas públicas mas erradas en materia económica.Vamos en camino a vivir estilo pedro picapiedra.
ResponderEliminar