Miguel Yilales
@yilales
No crean que me he vuelto apocalíptico o que surgieron en mí
dotes de quiromancia, adivinación o vaticinio, mucho menos que me crea un
oráculo para ponerme a hacer predicciones futurísticas de lo que nos viene y de
lo que va a pasar, eso se lo dejo a quienes viven con predicciones que nunca aciertan
porque las cartas están marcadas, los astros se mueven de forma retrógrada
(actividad que se ha incrementado para responsabilizar de algo a la bóveda
celeste) o que el tabaco cubano se ha vuelto pitiyanqui.
Nunca me ha gustado el lenguaje guerrerista del régimen,
pero los indicadores nos dicen que la conflagración ya está aquí y que no queda
más remedio que enfrentarla porque son preocupantes las noticias diarias desde los
diferentes frentes que les dio por abrir para sacrificar a miles de venezolanos,
mientras ellos siguen aferrados a las ubres del Estado.
Vivimos en un país donde los connacionales que no encuentran
calidad de vida emigran, mientras que al resto solo les queda rogar porque los
colectivos violentos, los esbirros uniformados y cuanto exterminador cooperante
no lo conviertan en un daño colateral. Ya estamos como los países que hacen
campañas para que se adopte a un desahuciado, un perseguido o un refugiado.
Exterminio y
desolación
Esta es una guerra que estableció un perenne racionamiento
eléctrico para garantizar el control en esos guetos llamados zonas de paz, así
a nadie se le ocurre andar deambulando por la ciudad; es un toque de queda en
el que los únicos con salvoconducto son los funcionarios con escoltas y
guardaespaldas o los que pertenezcan al partido gobernante quienes tienen
patente de corso para permanecer en los centros de votación hasta el amanecer,
sin ser agredidos, y mucho menos asesinados, por la delincuencia desbordada.
Entre otras señales de las condiciones bélicas que nos ha
tocado vivir, ya nadie hace mercado, esa horripilante práctica capitalista que
consistía en ir a unos locales suficientemente abastecidos, agarrar un carrito
y llenarlo (luego de escoger entre diferentes marcas y calidades de productos).
Además ahora los venezolanos no levantan la mirada, no porque se deleiten con
el caminar de sus mujeres, sino para cumplir una importante labor en el
conflicto armado: el espionaje, porque es mandatorio escudriñar las bolsas de
mercado, so pena de ser acusado de traidor familiar si no lo hace, bueno lo de
las bolsas es sí aun las consigue, porque en esta economía en crisis desertaron
y las han reemplazado por cajas de cartón.
A falta de campos de concentración, al estilo gulag
soviético que a los ñangaras les gustan más que los nazis, decidieron construir
una cárcel de 916 mil kilómetros cuadrados, en el que los ciudadanos no podemos
salir por las restricciones para adquirir divisas y porque escasean los vuelos
ya que le debemos a las aerolíneas hasta la forma de volar.
Lo lamentable es que esta guerra imaginaria no es contra un
enemigo externo y mucho menos para defender la integridad territorial, sino que
está orientada a acabar con la disidencia política, porque para el régimen madurista
la oposición es un hostil contrario al que deben exterminar.
Régimen sobremadurado
Por su parte la oposición, con esa chorrera de generales sin
tropa, almirantes que llevan las naves al garete y pilotos que no saben a dónde
van, debiera preocuparse por exigir que se cumplan las reglas (en las guerras
también las hay), para que después no digan que quedaron subcampeones por el
ventajismo y la manipulación de quienes detentan el verdadero poder de fuego, y
que están dispuesto a usarlo como sí fuesen la reencarnación de Nerón, en el
siglo XXI.
Ya la sobremadurez ha llegado a límites de podredumbre,
descomposición, fermentación y hedor, es el momento de darlo todo para
desalojar del poder a quienes nunca les ha interesado el país, se han
arrodillado a potencias extranjeras y apostado por la destrucción de los
venezolanos.
Por supuesto que, ante un conflicto de esta dimensiones, “la
resistencia” debiera dejar de lado su apetencia personal para mantener el
status quo y estar dispuesta a empuñar los tanques, los aviones, los cañones,
las bazucas, las granadas, las ametralladoras, los rifles, las escopetas y
hasta las pistolas de agua, que en nuestro caso, son las protestas en la calle
y la masiva participación en las elecciones parlamentarias, con reglas claras,
observación internacional y la firme disposición para defender la victoria.
Llueve… pero escampa
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