domingo, 13 de septiembre de 2015

Derrotemos esta tiranía

Miguel Yilales
@yilales
La historia universal, y la venezolana en lo particular, ha estado plagada de párrafos, páginas y capítulos completos muy nefastos, esos momentos desdicen de nuestra humanidad que debiera ser (más allá de lo pensante) la característica resaltante del homo sapiens.
En esta tierra que dista mucho de ser aquella de Gracia como la denominara Colón, porque en aquel momento solo vio las bellezas naturales y no sabía que cinco centurias después pudiesen surgir de sus entrañas seres tan desalmados como el Tirano Aguirre, quien en nombre de la libertad sembraba terror y desolación, se redactó otra de esas negras páginas.
Resulta que una jueza provisoria, de las que no sabe lo que es un concurso de oposición para optar a un cargo y cuyo único mérito es fotografiarse con sus camaradas en el poder y gritar consignas políticas al inicio de cada año judicial, acorraló a su presa cual perra (sin otro tipo de alusión que la canina) para satisfacer y congraciarse con sus amos, al dictar una sentencia alejada del derecho pero muy cercana a los designios y deseos de la tiranía que nos oprime.

No es brujería

La moderna inquisidora al mejor estilo de los juicios que le dieron renombre a la ciudad de Salem, decidió enviar a la horca a un inocente para satisfacer a uno cuantos que pedían su sangre en función a acusaciones infundadas e inventadas, sin que se presentara una sola prueba más allá del correveidile y el chismorreo propio de la casa de vecindad en que convirtió el chavismo a lo que fuese la república más próspera del continente.
Es que para los ignorantes e iletrados todo lo que les es extraño es producto de la nigromancia, y para quienes son unos advenedizos en política, porque su educación en esa materia se circunscribe a folletos, panfletos y fascículos que alguna vez ojearon pero nunca leyeron (más allá de la portada y la contraportada): la separación de poderes y su control recíproco, la alternancia en el poder, el respeto y la tolerancia por las ideas opuestas y la igualdad ante la ley provienen de artes tenebrosas como en una época lo fueron la ciencia, la astronomía, la evolución de las especies o la genética.
Frente a la injusticia, a pesar que había quienes abrigaban la esperanza de que hubiese un atisbo de dignidad y decencia que no se vendiese por algunas monedas de plata y un cargo diplomático, como el que le dieron, y aun mantiene, el esperpento que anunció la renuncia del difunto, hubo varias posiciones: unas dignas y otras crápulas.
En la primera están la de Leopoldo López y su familia que dicen seguir la lucha hasta obtener un país decente, sin discriminaciones y con iguales oportunidades para todos, que además dejó con los crespos hechos a quienes deseaban que instigaran una revuelta popular, y la de los que a pesar de todo (inclusive de la dirigencia opositora) están dispuestos a usar la puerta democrática para intentar sacar a patadas a los que se colearon en la fiesta (los que llegan sin ser invitados son los que más comen y beben).

Calle y voto es el camino

En la otra dirección están los salvajes, que son capaces de atropellar y asesinar para provocar a quienes aspiran un país distinto, dirigidos por tarambanas al estilo de Jorge Rodríguez, Iris Varela o Jacqueline Farías que manipulan y desparraman sus propias frustraciones y desgracias para satisfacer su sed de venganza. Ahí también están unos personajes, que cada vez son menos pero se creen más porque le dan palo a cualquier mogote por las redes sociales.
Este último grupo es el que dice ante cualquier cosa “se los dije”: sí dejaban preso a Leopoldo López ya ellos sabían la sentencia porque estamos en una dictadura y sí lo dejaban salir era porque había negociado su libertad a cambio de su dignidad, además agregan que los que abrigan esperanzas de libertad para los presos políticos son los mismos ilusos que creen en elecciones, pero no proponen otro camino de solución.
Es el mejor momento para combinar las dos cosas a la que más le temen los tiranos: la presión de la calle y las elecciones, y no vengan con el cuento manido de que las dictaduras no salen con votos porque Nelson Mandela derrotó al Apartheid y hoy nadie recuerda al juez que lo condenó a cadena perpetua por sabotaje, conspiración e intento de derrocar al régimen gobernante. En la mesa hay una propuesta clara para cohesionarnos y enfrentar a la tiranía, pero todavía hay quienes prefieren remar en sentido contrario.

Llueve… pero escampa

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