Miguel Yilales
@yilales
Escribir sobre política en este país es harto difícil, no
porque no haya tema, sino por la vertiginosidad con que entramos y salimos de ellos.
Pero más allá del que, también está quienes hablan y de quién.
Resulta que no conforme con que los organismos de
inteligencia revolucionaria, al más puro estilo de la CIA, del G2 o de la KGB,
generen los temas que desvíen la atención de los grandes problemas que tenemos
los venezolanos, salen unos supuestos héroes anónimos, y lo de anónimo no es
por filantrópicos sino porque lanzan sus piedras y venenos desde el anonimato, a
aderezar con rumores, enfermedades, muertes, conspiraciones y cuanta forma de
correr bolas haya. Es que pareciera que si en algo somos campeones mundiales es
en ese deporte de inventar cuentos y hacer lo que no es, por lo menos así lo
demostró el que se creía eterno y hoy no está, que hacía de todo para desviar
la atención de los verdaderos asuntos.
De esos que impulsan temas hay unos en particular que viven
vociferando la importancia del trabajo como único mecanismo para lograr el
bienestar, pero se quejan porque los ciudadanos hacen huelgas porque es de
vagos y no se dan cuenta que es un derecho especialmente capitalista, critican
que las personas hagan cola para comprar en los mercados porque debieran estar
protestando y vociferan que los jóvenes no luchan, pero sí lo hacen los tildan
de poco preparados para atender los asuntos del Estado.
Regalar y merecer
Es que cada cosa se ve distinta según el cristal con que se
mire y para demostrarlo usaré este sencillo y común ejemplo: cuando un hijo se
gradúa de bachiller y sí la universidad le queda lejos, se vive un clima de
inseguridad total y no hay servicio de transporte público decente, salen los
padres a regalarle un carro.
Este hecho es para el liberalista un acto socialista, es
decir una dádiva que no es fruto del trabajo; para el socialista un acto
capitalista que promueve el individualismo y no el colectivismo; para el joven
es un justo y merecido reconocimiento al esfuerzo de su trabajo (estudiar) ya
que sus padres le repitieron hasta la saciedad que eso era lo que él hacía. Y
ahí reside la diferencia entre regalar y merecer.
Igual sucede con ese venezolano al que le entregan un
apartamento de la Misión Vivienda, cada quien tiene una óptica diferente: para
el beneficiario es lo que le corresponde como parte de la repartición de la
renta petrolera, mientras que para unos es un regalo inmerecido porque no es producto
del trabajo y para otros es un acto piadoso que reconoce la necesidad de la
intervención del Estado para disminuir las desigualdades.
Y es que esta cristalografía la aplicamos también en la
política. Por ejemplo la democracia cristiana, surgida del Rerum Novarum del papa León XIII y la Doctrina Social de la
Iglesia, es por lo general de centroderecha (con algunas áreas de centro
izquierda), pero en Venezuela la llamamos socialcristianismo, algo así como una
mezcla de chicha con mango.
Es que decirse socialista en el país parece ser chic, no hay
partidos nuevos que surjan, que no salgan corriendo a la Internacional
Socialista a pedir su aprobación, beneplácito y consentimiento para sentirse aceptados
políticamente. Fíjense que aquí no hay derecha o por lo menos así lo establecen
todos los estatutos de fundación de los partidos políticos.
Menos sectarismo, más
democracia
Por esa vía hay liberales que son conservadores, hay
conservadores que quieren la descentralización, gente que se llama comunistas y
socialistas y al acercársele la Parca salen a clamar por un milagro de Dios y
están los otros, esos que viven entre golpes de pecho, que ven por encima del
hombro a los pobres porque son algo ruin, vergonzoso y despreciable.
Hoy más que nunca se hace necesario desplazar el sectarismo,
el fanatismo y la intransigencia que nos destruyó, desde que esta horda
encabezada por un golpista, que nunca creyó en la constitucionalidad, llegó al
poder, y para ello es vital la conformación de una mayoría que retome los
valores de la democracia, las libertades y la decencia.
La tarea es dura porque nuestro futuro depende de que se recupere
el funcionamiento del país y sus instituciones y es que la Venezuela postchavista
tiene que ser distinta y el primer paso debe ser firme, fuerte y, a partir de
ahí, constante para cambiar este pasticho ideológico y en eso, lo que viene, es
más que una elección y son más que simples curules a ocupar.
Llueve… pero escampa
Bien por tu artículo, como lo señalas hay diferentes formas de ver las situaciones, lo importante es lograr funcionar al pais, al Estado pero principalmente al ciudadano, llamar a su conciencia de cual es la opción para lograr acabar con aquello destrutivo y rehacer o hacer de este pais productivo
ResponderEliminarSaludos Miguel, excelente artículo
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