Por
Miguel Yilales
@yilales
Esta semana que pasó se iniciaba como muy noticiosa. La
tiranía que se ha incoado en el poder en Venezuela aspiraba ser el centro de
las noticias: se arrodillaría al cachorro del Imperio en Quito; seguiría con
los estados de excepción, ya que su publicista, que ahora ruge como todo león sobre
cualquier tema, diría cuanto les favorece el cierre de fronteras; para
finalizar con la movilización de tropas que asustasen a los negritos guyaneses.
Pero una cosa piensa el burro y otra el que lo va arriando,
y no es que compare a Nicolás Maduro con ese noble animal, porque a pesar que
para algunos puede ser sinónimo de ignorancia, en realidad es una bestia
laboriosa e infatigable, cualidades desconocidas por quien cree que trabajar son
unas pasantías como sindicalista, una beca como canciller o su veraneo por
Miraflores donde dice gobernar aunque desconoce las esencias mínimas que
conlleva el cargo.
En realidad los burros, mulas y asnos son humildes como los
representaba Esopo en sus fábulas, nobles como para llevar en su lomo al fiel
compañero del ingenioso hidalgo Don Quijote y tan dignos como para presenciar
la llegada al mundo de quien dividió la historia de la humanidad en 2: un antes
y un después de Él.
De Caballo de Troya a
Talón de Aquiles
Resulta que sintiendo el sabor del triunfo de haberle
torcido el brazo al presidente colombiano Juan Manuel Santos, la noticia
terminó por pasar por debajo de la mesa, opacada por el acuerdo que el propio
Santos firmó con las FARC-EP y por los discursos del papa Francisco en suelo
americano.
Es que a veces quien se cree poderoso porque puede llegar a
las puertas de Troya y engañar a todos, termina convertido en el punto débil
que todos conocen, como consecuencia de su ignorancia supina o de la cúpula de
cristal en que vive, rodeado de aduladores y de una soldadesca que le hace
creer que le obedecen.
Y a las pruebas me remito: decretó unas áreas de vigilancia
y patrullaje marítimo que después echó para atrás porque lo habían dejado como
un neófito que improvisaba en política internacional o sus declaraciones sobre
el siniestro del Sukhoi-30 en el que los “accidentes del terreno” (sic) habían
ocasionado el percance pero que la caja negra diría lo que ocurrió, aunque
cualquier experto en el área sabe que las aeronaves de combate no poseen este equipo,
por algo lógico: nadie va a recogerla en territorio enemigo, que es donde por
lo general debieran ser derribadas.
Para remate ordenó, él dice que es el que manda a las
fuerzas militares, la movilización de tropas a un supuesto ejercicio en
Guayana, que lo hizo quedar como el propio guapetón de barrio: provocador, fanfarrón,
incitador, pendenciero, alborotador, camorrista, belicoso, agresivo y bravucón,
para luego tener que inventar ejercicios en otras zonas y justificar que su
régimen de paz y amor jugaba a la guerra, de manera soberana, en cualquier
parte del territorio nacional.
Siempre fuera de
lugar
Pero lo que le faltaba era demostrar que era un pepa asomado
que no sabía absolutamente nada de protocolo. Ese espécimen que es un “observador
banal que aspira convertirse en objeto de atención por su mera presencia” (como
lo describiese el escritor, revolucionario y afecto al oficialismo Luis Britto
García).
Durante la visita papal a los Estados Unidos de América el
conspicuo personaje que siempre llega sin ser convidado, quería a todo trance
darle la mano a Francisco, para luego salir con el cuento de que el Papa lo
llamó y lo felicitó por su contribución a la paz nacional, continental, mundial
e interplanetaria. Pero el Pontífice, creo que iluminado por el Espíritu Santo,
al reconocer el pescueceo, salió tan raudo y veloz como le permiten sus 78
años, para evitarlo.
Maduro debió hacer como su paisano Juanes (según Pastrana lo
son) que le cambiaron la agenda en la reunión del papa Francisco con las
familias católica por lo que le tocó presentarse luego que el máximo jerarca de
la Iglesia Católica se había retirado. Juanes no se molestó, cantó y no salió a
abalanzársele al Papa para que le diera un rosario.
Uno de los grandes conflictos que tienen los que
circunstancialmente están en el poder es que se creen el centro del universo,
cuando en realidad son apenas una partícula en el mar de la ignorancia, para
quien nunca ha sido humilde, modesto y reservado todo se circunscribe a estar
fuera de sitio en cualquier lugar y momento, es decir, ser todo un pepa asomada.
Llueve… pero escampa
Cabe decir "Que el mono aunque se vista de seda mono se queda"
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