Por Miguel Yilales
@yilales
No hay actividad que los niños deseen con mayor afición que la
invitación a una fiesta. Se les olvidarán las tareas, las responsabilidades,
pero nunca el día, la hora y el motivo de una celebración. No es la torta, ni
la gelatina y mucho menos el quesillo los que realmente les atraen, ni siquiera
los interminables y hasta repetitivos shows de imitadores, magos, bailarinas o
muñecos son la esencia de la fiesta. La gran protagonista es, sin lugar a
dudas, la piñata.
Recuerdo que en mi infancia, hace ya unos cuantos lustros, por
lo general las piñatas estaban llenas de caramelos, chocolates y pequeños
juguetes y nos turnábamos para tratar de reventarla con el palo de la piñata.
Lo cierto es que la meta era que todos tuviésemos la posibilidad de recibir parte
del relleno.
Lo que a ningún organizador de fiesta infantil se le
ocurriría hacer es cursar invitaciones para muchos niños, llamarlos para la
piñata y llenarlas de piedras, menos aun no rellenarla solo para que los
infantes se vayan de la celebración con las manos igualitariamente vacías. Eso solo
se le podría ocurrir, y a las declaraciones me remito, si quienes organizaran
las fiestas siguieran las directrices de este bodrio que llaman revolución
bolivariana, antiimperialista y chavista.
No vale Santa Lucía


Cabría preguntarle ¿A cuántos más llevó a juicio y permitió
sentenciaran sabiendo que eran inocentes solo porque lo presionaron?, sí
trabajó bajo los designios de Luisa Ortega desde hace 7 años ¿Por qué tardó
tanto en denunciar cómo su exjefa obliga a los fiscales a actuar contra el
debido proceso? ¿Con qué tesitura moral les pide a los fiscales y jueces que
sean valientes cuando él no lo fue?
Todo un tema de discusión y reflexión para quienes aun creen
que la turba que se apoderó del poder tiene algo de talante democrático.
Una poblada infantil
A nadie le gusta una piñata llena de piedras, menos les
agrada que le arrebaten lo que en justicia “piñateril” le correspondió y no
perdonan, so pena de que una poblada infantil tome la justicia en sus manos y
acabe con la fiesta revolucionaria, que los engañen.
Ese es el país que tenemos tras 17 años de una involución
política generada por el más perverso sistema de distribución de miseria como
lo es la revolución bolivariana y por esta claque que disfruta las bacanales
revolucionarias, liban los escoceses más añejos, pero que deciden irse al Imperio
cuando ven una piñata sin caramelos.
Llueve… pero escampa