domingo, 18 de octubre de 2015

Una cuerda de vagos

Por Miguel Yilales
@yilales
Las ciencias sociales son por esencia inexactas, en especial porque el objeto de estudio es el hombre, un elemento que para algunos como Joseph Mengele era insignificante. En ellas es poco ético experimentar, difícil explicar sus fenómenos y peliagudo brindar predicciones precisas y confiables.
Y es que todo en lo que interviene el hombre es espinoso analizarlo, precisamente porque su comportamiento frente a un mismo fenómeno, hecho o circunstancia es disímil. Esas deben ser las causas que impulsaron a un economista devenido en analistas de encuestas, y ahora en comediante, a hablar, opinar y escribir sobre cualquier cosa que se le ocurra.
Creer en frases como que “la mayoría es el que tenga más, pero puede cambiar cuando tenga menos”; que “una clara mayoría se puede revertir cuando se ejecutan acciones que la hacen cambiar”; además que “el aumento de sueldo es para compensar la inflación, pero que también la incrementa” y que “sí no es hembra, será varón” dicho en la sala de partos de la Maternidad Concepción Palacios, es tan inverosímil como dar por cierta la palabra trabajo en la boca de un obrero que nunca trabajó, hablar de compromiso con un sindicalista que vivió de reposo o asegurar que un empresario es traidor a la patria por pretender invertir en el país, mientras lo regalan, lo subastan y lo entregan al mejor postor.

Solo son chapuceros

Ir a las empresas básicas de Guayana (quebrada por este régimen) donde no se produce ni una simple briqueta e insinuar que “sí se puede” expropiar las Empresas Polar para hacerlas eficientes como lo son Vengas, Tropigas, Cemex, Lácteos Los Andes, Abastos Bicentenarios, Conferry, Agropatria o las tierras que en vida pertenecieron a Franklin Brito, es como para terminar de perderles el respeto, si aun alguien se lo tiene, por lenguaraz, desfachatado y estrafalario.
Resultan más sensatos los conceptos emitidos por un personajillo, tira piedras él, que con cara de burro con sueño le dice a la gente que no sabe cómo vive con un sueldo de once mil bolívares, ni como de ahí le paga el sueldo, me imagino que mínimo, a la niñera de sus vástagos, y que por eso debe pedir colitas, para ir un momentico a Brasil, a comprar papel higiénico, servilletas, champú y enjuague.
Es que este insigne sociólogo, supuesto protector de una entidad gobernada por la oposición y que además es candidato a parlamentario por el PSUV, es el claro ejemplo de lo chambón, inepto y torpe que se puede ser y que de su mano la economía (él hace magia con 13 dólares), la sociología (se supone que se graduó de tal) y la política (él dice serlo) se aproximan a la quiromancia, la adivinación y el sortilegio.
Otro chapucero es el alcalde de Caracas. Aquí todo funciona tan bien, mejor que el reloj suizo que usa, que le queda tiempo para dedicarse a ser jefe de campaña del PSUV, hacer consultas de psiquiatría en los programas de Nicolás Maduro, tener su propio espacio en el Canal de Todos los Venezolanos en el que pretende poner en un diván a la política venezolana (quizás para emular a su maestro Edmundo Chirinos en eso del diván) y que deben ser las causas de las ojeras que se gasta.

Con otra correlación

Si en algo son expertos estos delincuentes que desgobiernan a Venezuela es en exigirles a los demás que hagan lo que ellos no son capaces de hacer: quieren una oposición demócrata, respetuosa de los resultados electorales, atenida a las normas y las leyes, que vea al árbitro electoral como unas carmelitas descalzas, aunque ellos se comporten como unos tiranos, irrespeten los resultados (porque eso de dejar asumir los cargos para después quitarle competencias, destituirlos y nombrar un gobierno paralelo, no es respetar la decisión del pueblo), usen la constitución, las leyes y los reglamentos como una plasta de niños, no sé si todavía se llama plastilina, que estiran a su antojo (inician un proceso de nombramiento de magistrados por si acaso se producen jubilaciones extemporáneas) y que usa al Poder Electoral como un apéndice del partido de gobierno.
No es un secreto que ni la cementera ni las otras fábricas ocupadas por el ejecutivo están inoperantes, quebradas, generan pérdidas, dependen de los subsidios gubernamentales e incrementaron la nómina estatal. Debemos cambiar la correlación de fuerzas políticas para poder exigirles, como empleados que son, que trabajen. En nuestras manos está que este diciembre sea el preaviso de esta cuerda de vagos.
Llueve… pero escampa

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