Por Miguel Yilales
@yilales
Las ciencias sociales son por esencia inexactas, en especial
porque el objeto de estudio es el hombre, un elemento que para algunos como
Joseph Mengele era insignificante. En ellas es poco ético experimentar, difícil
explicar sus fenómenos y peliagudo brindar predicciones precisas y confiables.
Y es que todo en lo que interviene el hombre es espinoso
analizarlo, precisamente porque su comportamiento frente a un mismo fenómeno,
hecho o circunstancia es disímil. Esas deben ser las causas que impulsaron a un
economista devenido en analistas de encuestas, y ahora en comediante, a hablar,
opinar y escribir sobre cualquier cosa que se le ocurra.
Creer en frases como que “la mayoría es el que tenga más,
pero puede cambiar cuando tenga menos”; que “una clara mayoría se puede revertir
cuando se ejecutan acciones que la hacen cambiar”; además que “el aumento de
sueldo es para compensar la inflación, pero que también la incrementa” y que “sí
no es hembra, será varón” dicho en la sala de partos de la Maternidad
Concepción Palacios, es tan inverosímil como dar por cierta la palabra trabajo en
la boca de un obrero que nunca trabajó, hablar de compromiso con un
sindicalista que vivió de reposo o asegurar que un empresario es traidor a la
patria por pretender invertir en el país, mientras lo regalan, lo subastan y lo
entregan al mejor postor.
Solo son chapuceros
Ir a las empresas básicas de Guayana (quebrada por este
régimen) donde no se produce ni una simple briqueta e insinuar que “sí se puede”
expropiar las Empresas Polar para hacerlas eficientes como lo son Vengas,
Tropigas, Cemex, Lácteos Los Andes, Abastos Bicentenarios, Conferry, Agropatria
o las tierras que en vida pertenecieron a Franklin Brito, es como para terminar
de perderles el respeto, si aun alguien se lo tiene, por lenguaraz,
desfachatado y estrafalario.
Resultan más sensatos los conceptos emitidos por un
personajillo, tira piedras él, que con cara de burro con sueño le dice a la
gente que no sabe cómo vive con un sueldo de once mil bolívares, ni como de ahí
le paga el sueldo, me imagino que mínimo, a la niñera de sus vástagos, y que
por eso debe pedir colitas, para ir un momentico a Brasil, a comprar papel
higiénico, servilletas, champú y enjuague.
Es que este insigne sociólogo, supuesto protector de una
entidad gobernada por la oposición y que además es candidato a parlamentario
por el PSUV, es el claro ejemplo de lo chambón, inepto y torpe que se puede ser
y que de su mano la economía (él hace magia con 13 dólares), la sociología (se
supone que se graduó de tal) y la política (él dice serlo) se aproximan a la
quiromancia, la adivinación y el sortilegio.
Otro chapucero es el alcalde de Caracas. Aquí todo funciona
tan bien, mejor que el reloj suizo que usa, que le queda tiempo para dedicarse
a ser jefe de campaña del PSUV, hacer consultas de psiquiatría en los programas
de Nicolás Maduro, tener su propio espacio en el Canal de Todos los Venezolanos
en el que pretende poner en un diván a la política venezolana (quizás para
emular a su maestro Edmundo Chirinos en eso del diván) y que deben ser las
causas de las ojeras que se gasta.
Con otra correlación

No es un secreto que ni la cementera ni las otras fábricas
ocupadas por el ejecutivo están inoperantes, quebradas, generan pérdidas,
dependen de los subsidios gubernamentales e incrementaron la nómina estatal.
Debemos cambiar la correlación de fuerzas políticas para poder exigirles, como
empleados que son, que trabajen. En nuestras manos está que este diciembre sea
el preaviso de esta cuerda de vagos.
Llueve… pero escampa
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