Por Miguel Yilales
@yilales
En Venezuela cuando organizas una fiesta siempre calculas
más pasapalos, más caña y más sillas por si acaso. Y es que por si acaso
siempre es por aquellas personas que sin ser convidadas se presentan y no hayas
como decirles que se vayan. Hay dos tipos de arroceros: los profesionales, que
se meten, se hacen el alma de la fiesta y, al final, a nadie le importa que
hable de los novios a pesar de que sea un bautizo y el otro grupo constituido
por novatos, neófitos e inexpertos, que son reconocidos y terminan botándolos
del evento.
Es que hasta para ser arrocero hay que ser habilidoso,
pretender que cualquiera puede ser arrocero es como pedirle peras al olmo
porque los arroceros son especialistas en infiltrarse con la gran facultad y
habilidad de pasar desapercibido, algo así como una mezcla entre Ethan Hawke y
Jason Bourne, no para derrotar un complot sino para tomar y comerse todo sin
que se den cuenta.
Todo esto viene a cuento porque recientemente un personaje
de esos que se autodenominan líderes decidió que era el momento de regresar de
su exilio para filtrarse en la borrasca política venezolana, de la que se fue
huyendo cuando el sistema de justicia (el mismo que sentenció a Leopoldo López)
lo iba a enjuiciar; el régimen (que aun sigue gobernando) lo perseguiría hasta
hincarle el diente y porque como acosado político tenía que vivir el doloroso exilio,
antes que caer en la cárcel, como le tocó a Bonaparte en una isla, de esas
rodeadas de agua, porque también están las que dividen las autopistas y los
estacionamientos.
Sacrificado por su
patria
Y es que debe ser muy duro estar en el destierro 6 años sin
ver a su esposa y sus 9 hijos y además tener que compartir con otros exiliados sus
exiguos ahorros logrados con el sudor de su frente como auditor interno en el
municipio Colón, concejal en Santa Bárbara del Zulia, diputado a la Asamblea
Legislativa zuliana, alcalde de Maracaibo, gobernador del Zulia por 8 años,
candidato presidencial y nuevamente alcalde de la Tierra del Sol Amada según
Udón Pérez, es decir todo un humilde servidor público con 30 años de
sacrificado servicio.
Yo no me he percatado si las condiciones en Venezuela
cambiaron; sí la tiranía que se ha incoado desde hace 17 años en el poder, ya
lo entregó; menos sí ya el teniente-capitán perdió los favores que lo hicieron
acreedor de una pensión de retiro que no le corresponde o sí el legatario de
Chávez dejó de viajar a la Habana para que le digan que hacer.
Si no es así, resulta realmente perspicaz que alguien que se
va del país por razones políticas, que solicitó asilo por ser un perseguido,
que ocasionó el retiro de embajadores por la protección otorgada, que fue
amenazado por radio y televisión por el comandante supremo, eterno y que vive
aunque esté muerto, y que sus herederos, es decir Maduro, Cabello y los otros de
la caterva gobernante, juraron cumplir y hacer cumplir su legado de destrucción,
regrese al país porque hubo un clamor popular, supone uno que entre las colas
de supermercados o en las múltiples y multitudinarias manifestaciones políticas
de este año, para que se sacrifique como lo ha hecho desde 1973.
Líderes y líderuchos
Recuerdo que Betancourt, Leoni, Caldera, Villalba, entre
otros, sin ánimo de ser procaz con la comparación, solo regresaron al país
luego que la dictadura perezjimenista no gobernaba. A ninguno de ellos, duchos
en la política y estudiosos de la idiosincrasia de los tiranos (algunos
lucharon contra Gómez o estuvieron presos en La Rotunda) se les hubiese
ocurrido regresar para caer en las manos de la Seguridad Nacional de Pedro
Estrada a menos que creyesen en promesa de dictador o que hubiesen negociado su
permanencia para un fin político superior que va más allá del entendimiento de
esos que viven con sueldo mínimo, hacen largas colas para comprar y no tienen para
vivir un exilio dorado.
Esas personas que llegaban al poder y juraban gobernar hasta
el último día, que no renunciaban, ni los renunciaban y que más nunca se
postulaban a cargo de elección popular, desaparecieron.
Nadie se imagina a Rómulo Betancourt luego de ser
presidente, postulado a alcalde de Guatire, pero esa es la diferencia entre un líder
y un aprendiz de líder que se cree único, irremplazable, imprescindible y es
seducido por los cantos de sirenas (aunque algunas por obesas puedan parecer
ballenas) para que regrese como el arrocero de la política venezolana.
Llueve… pero escampa
Además de arrocero creo más bien que habría que catalogarlo como un convidado de piedra pues no creo que nadie en su sano juicio acepte de buen agrado la incorporación de otro "Brutus, Brutotes" en en momento político venezolano. Viene a generar más turbulencia y en este caso aguas turbulentas ganancia de los rojos
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