Por Miguel Yilales
@yilales
Al escribir estas líneas es mucha agua, no precisamente de
la racionada y mucho menos la saneada por Jacqueline Farías, la que ha corrido
bajo el puente y mucha la tinta y el papel gastado para narrar los
acontecimientos de la semana pasada.
Por una parte estaban los radicales, esos que actúan como
estrategas de patio de bolas criollas, que criticaban el que los diputados de
Amazonas se desincorporaran de la Asamblea Nacional por una sentencia írrita de
la Sala Electoral, ya que denotaba blandenguería ante el poder y que era el
momento de rebelarse por el desconocimiento a la voluntad popular y por la otra
la caterva gobernante que aspiraba que la misma corte decidiera, nada ajustada
a derecho, que el parlamento era descarado, insolente y desvergonzado por lo
cual los otros poderes públicos (en minúscula por abyectos) debían desconocerlo.
Pero se quedaron como novia ’e pueblo: vestida y alborotada.
Los extremistas que aun insisten en los vericuetos para salir del chavismo sin
haber demostrado con que fuerza, ni como lo harán, más allá de decirle a la
gente “que salga a la calle y que no regresen hasta que se vayan” (todo un déjà vu) y la gavilla delincuencial, que
se hace llamar Socialismo del Siglo XXI, que deseaban activar el artículo 350
de la Constitución en contra del Parlamento.
Nicolás versus Ramos
La estrategia opositora dejó al gobierno con la única opción
de que Nicolás Maduro asistiera a presentar su memoria y cuenta ante el
Parlamento, reconociera la mayoría opositora, su legitimidad de origen y aceptara
que los vientos ya no le son favorables
El choque de trenes, la pelea del siglo, que sería el
Parlamento no fue tal. Se subieron al ring y pudimos ver a uno de los
contrincantes desorientado desde el principio, mal entrenado y con la mirada
perdida. Trató de improvisar, se salió del esquema que le plantearon desde su
esquina cubana y se mostró balbuceante; tomó mucha leche, muchísima agua y
abundante café que no le ayudó para disimular lo incómodo que estaba sin que su
contrincante lanzara un solo golpe y sudó tanto que le lanzaron una toalla para
que se enjugara el rostro.
En su perorata sin sentido no dijo en que se había gastado
el dinero del país en el 2015, no señaló porque el país tiene la inflación más
alta del mundo, ni el porqué los venezolanos padecemos este brutal
desabastecimiento, mucho menos señaló porque en el último año falleció un
venezolano cada 19 minutos en manos del hampa, ni porque detuvieron a unos
sobrinos en Nueva York.
Los venezolanos aguantamos estoicamente los 45 asaltos (3 horas de monserga)
de Nicolás, lo vimos cansado de tanto correr por un cuadrilátero imaginario, nos
calamos unos gritos destemplados y una pleitesía a un muerto que vive (algo
como un zombi bolivariano) y presenciamos el trabajo que pasaron los
camarógrafos de VTV para enfocar a Maduro y que no apareciera el contrincante.
Pero Henry Ramos Allup se las arregló, esperó al último asalto, como Silvester
Stallone en Rocky (en cualquiera de ellas), y demostró quién protagonizaba la
película.
Sin conteo de protección
En 30 minutos puso en su lugar a la bancada minoritaria, le dijo a Maduro
que el modelo estaba equivocado, a los militares que cumplieran con lo que dice
la Constitución y que estaba dispuesto al diálogo constructivo que minutos
antes había planteado el propio mandatario.
A propósito de ello me permito recomendarle a Nicolás, para que le
creamos, haga algunos gestos: que devuelva el canal de TV a la Asamblea, que restituya
las competencias a la Alcaldía Metropolitana, que deje de impulsar gobiernos
paralelos como el del Distrito Capital, que elimine esa perniciosa práctica de
unos vagos, llamados “protectores”, que manejan recursos para sabotear las alcaldías
y gobernaciones en manos de la oposición, que cierre los sitios de reclusión
ilegales como esa malévola tumba que opera en el SEBIN y que inste a sus
diputados a hacer trabajos provechosos.
Seguro estoy que pudiera comenzar por ahí, es lo mínimo que haría un
verdadero demócrata que antepusiera los intereses del país a los personales,
pero sabemos que los autócratas, tiranos y déspotas que nos desgobiernan prefieren
colocar dinamita al “puente de plata” que les tendió Ramos Allup, por lo que
nos tocará activar su sustitución de la forma que menos desean: democrática,
pacífica y constitucionalmente. Hoy podemos decir que, en términos boxísticos, Maduro
está grogui y a punto de nocaut.
Llueve… pero escampa
EXCELENTES REFLEXIONES, LO FELICITO SR. MIGUEL.....ARRIBA MI VENEZUELA QUERIDA.......
ResponderEliminarEXCELENTES REFLEXIONES, LO FELICITO SR. MIGUEL.....ARRIBA MI VENEZUELA QUERIDA.......
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