Por Miguel Yilales
@yilales
Este 2016 se vislumbra más interesante de lo que los
incrédulos puedan pensar. En cualquier foro de discusión política cualquiera
hubiese apostado porque, luego de los resultados de las elecciones
parlamentarias, llegase la sindéresis a quienes gobiernan a Venezuela y que
entendieran que lo único seguro en política es que el poder es efímero por
distintas razones: se muere el que lo detenta o simplemente el péndulo cambia
de dirección.
Pero la realidad ha sido otra, ya que para el gobierno nada
ha cambiado. Por el contrario, a su entender, lo ocurrido no obedece a que
seamos el país más depauperado del mundo; ni que tengamos la inflación más
elevada o que el desabastecimiento llegue a niveles inaguantables; menos que
seamos el país más inseguro del continente; ni que tengamos más muertes
violentas que las registradas en el medio oriente o en países africanos con
cruentas conflagraciones.
Tampoco porque los ciudadanos se hayan cansado de ver cómo
en estos 17 años quienes llegaron con unos votos de pobreza y dispuestos a
reivindicar a los menos favorecidos, una especie de Robín Hood criollos,
terminaron con inmensas fortunas, muchos vehículos blindados, más escoltas y
guardaespaldas que un artista y disfrutando de una viajadera con la excusa de
representar los intereses del país, aunque esto siempre ocurra en los centros
comerciales de Las Vegas, Orlando, Nueva York, Londres o París.
Un trastocado, un
excéntrico y un sube y baja
Para ellos todo fue circunstancial, accidental, fortuito y,
por ende, reversible. Lo que ocurrió es que la gente en su ignorancia (a la
revolución les interesa mantenerlos así según el diputado “sube y baja
escalones” Héctor Rodríguez) no entendió las bondades del proceso.
Al aprendiz de dictador, y lo digo porque en los dos últimos
años ha sido habilitado para legislar por decreto como en su momento lo hizo el
también socialista y nacionalista autor de Mein
Kampf, le dio por promulgar leyes como un trastornado, anunció con bombos y
platillos un cambio de gabinete que terminó en la misma miasma, con los iguales
rostros y sin ninguna propuesta para salir de la crisis y además entregó bienes
de la nación a una fundación que nadie sabe de dónde sacarán los recursos para
su funcionamiento a menos que sean con donativos venidos desde Nueva York, y no
me refiero a los sobrinos detenidos por conspirar para introducir drogas en los
Estados Unidos sino por los aportes del embajador o de la embajadora adjunta ante
la ONU (antes de que les embarguen los bienes mal habidos) o de artistas como
Sean Penn que siempre encuentra a un capo que le financie las películas, aunque
se le haya caído el negocio fílmico con “El Chapo” Guzmán.
Igual le ocurrió al otrora “hombre fuerte del partido”, “al
chivo que más miccionaba” y “al que controlaba el estamento militar porque su
promoción eran generales”, acostumbrado a ser showman y que las cámaras lo
siguieran a todas partes, terminó como excéntrico cancerbero de la Asamblea
donde hizo pataletas para disfrutar, por un minuto, de la fama perdida.
Mucha tarea pendiente
Gracias a la participación cívica y ciudadana el Palacio
Federal Legislativo puede retomar su verdadero rol, su nombre, su dignidad y
dejar de ser la casa de lenocinio en que la convirtió su anterior
administrador. Nadie vería con buenos ojos que se hicieran la vista gorda o que
el Parlamento actúe gatopardianamente, cuando por el contrario le abrieron las
puertas para cambiar lo que estaba, en buen criollo, choreto.
Se deben revisar las leyes ilógicas, ilegales y
anticonstitucionales que implementó la revolución en todos estos años de
desvergüenza; se requiere que se establezcan controles a quienes en funciones
de gobierno han hecho lo que les viniera en gana y han actuado con total
impudicia e impunidad; que los poderes públicos que conformó el chavismo se
comporten con letras mayúsculas y que se reconstruya el Estado, la República y,
eso que tanto mientan que es más que unos costosos e inútiles pendones de un
expresidente, la Patria.
Ahora la oposición tiene que actuar con pasos firmes,
fuertes y constantes para reconstruir al país, trabajar para que los demás
poderes (en manos de los delicados y tiernos castrochavista) empiecen a actuar
dentro de los límites de la Constitución o reemplazarlos como ella misma lo
establece porque tienen muchos años actuando como una manada de elefantes en
una cristalería llamada Venezuela.
Llueve… pero escampa
Estimado Miguel: Cuando se hagan y se digan todas las estupideces que se les antoje, entonces se sentaran a dialogar. Recordemos que en las peleas de elefantes la que sale maltratada es la grama.
ResponderEliminarAsí ha sido siempre en la historia de la humanidad y Venezuela no es ni será la excepción la excepción.