Por Miguel Yilales
@yilales
La prostitución ha existido desde el origen de la humanidad.
Hay quienes aseguran que es el oficio más antiguo y lo debe ser porque muchas meretrices
han jugado un rol primordial en la historia. Hay una gran cantidad de términos
tanto para referirse a la prostitución como a las personas que la practican, a
los clientes, a los lugares, a las actividades relacionadas y en los países
hispanoparlantes se usan distintos vocablos coloquiales para nombrarla.
Fíjense que en la adaptación para la televisión de la novela
“La Novia Oscura”, de la escritora y periodista colombiana Laura Restrepo (Perla
Farías la llamó “Flor Salvaje”, por cierto la penúltima novela que protagonizó
Mónica Spear, otra de las víctimas fatales de la inseguridad que instauró el
Socialismo del Siglo XXI) había una casa de citas que se llamaba “Las 4 P” y usted
podía inferir que había cuatro personas cuyos nombres iniciaban con esa letra o
que se refería a las actividades que ahí ocurrían.
Pero eso es normal en una casa de citas, un centro de
masajes o en un simple burdel, lo que nunca nos imaginamos los venezolanos es
que, quienes se vendieron como unos salvadores y herederos de las glorias
patrias, terminarían convirtiendo a Venezuela en la mancebía de unos decrépitos
guerrilleros ñangaras, de unos cuantos aprovechadores y de una casta de
uniforme que llegó al poder para prostituirlo todo.
Ni eficientes, ni
eficaces
Desde hace algunos años, 17 para ser más precisos, quienes
han dirigido al país, que son los militares (este es el gobierno más
militarista que hemos tenido), se dieron a la tarea de dar al traste con las
instituciones del Estado y se repartieron la botija de la renta petrolera. Para
ello se dedicaron a emitir órdenes que nadie supervisaría, entregaron contratos
mil millonarios sin control alguno, sacaron a los militares de los cuarteles,
les dieron más poder y menos responsabilidades, los pusieron donde “haiga” y
les hicieron creer que la república descansaba sobre sus impolutas manos,
mientras la ofrecían al mejor postor.
Se les creía eficientes y eficaces, al extremo que la gente
clamaba porque la bota militar pusieran orden pero la realidad demostró que fue
peor el remedio que la enfermedad: las corruptelas y los vicios se
quintuplicaron; el lucrativo negocio de las drogas pasó, de ser perseguido, a ser
administrado, por los uniformados; y la tutela de la violencia legítima e
ilegítima quedó “apadrinada” bajo una única autoridad.
Presenciamos como el uniforme, ya bastante desprestigiado
por esos equecos cargados de medallas como si hubiesen participado en miles de
batallas, terminaba transformado en un auténtico disfraz. Ver a un exadeco,
exmepista, excausaerrista, expepetista y exmaestro (ni por asomo fue militar o
prestó servicio militar) vestido de teniente con gorra de general solo ocurre
cuando el pudor, la honra y la decencia han caído a una fosa o cuando la
adulación bien vale el celestinaje.
Pero no todo queda ahí. Esta semana que concluyó, vimos como
un general bolivariano, de esos que el honor ni se le divisa, en un acto cruel,
empleó a sus subalternos para acorralar a un grupo de diputados opositores y
luego los abandonó en manos de unas hordas para que los lincharan, lo cual
demuestra que una meretriz tiene más compromiso ético que este correveidile
revolucionario.
Cortesanos y
visitadoras
Y por si fuese poco hay un teniente, que no han
reincorporado, pero ascendieron a capitán, que usufructúa el teatro de la
Academia Militar desde donde emite un show televisivo en el que “invita” a los militares
y los mezcla con colectivos armados. Los que asisten “voluntariamente” les pasa
lista para saber sí están todos los que son y si son todos los que están. Lo
penoso es que cuando nombra a alguien se activan unos resortes marca ACME,
similares a los que usa el Coyote para capturar al Correcaminos, que los hace
brincar y rebajarse cual cortesanos.
Dice Mario Vargas Llosa, y no tengo porque no creerle a un
Nobel, que basado en una historia de la vida real escribió “Pantaleón y las
visitadoras” en donde mostró que los militares son capaces de implicar a un
subalterno en misiones poco éticas y camuflarlo todo entre siglas raras,
misiones secretas y servicios vitales a la patria. Lo malo y lo detestable,
cuando algo así sucede, es que hay muchas víctimas que terminan destrozadas,
encarceladas y torturadas, mientras el país se convierte en el lupanar de los
soles.
Llueve… pero escampa
¡Un país de cortesanas y cortesanos!
ResponderEliminarEl pais no tiene quien le escriba..?
ResponderEliminarQuien escriba y analice si pero se necesita ACCION organizada y contundente sin guabineosby con objetivos bien claros!
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