domingo, 17 de julio de 2016

Con el agua al cuello

Por Miguel Yilales
@yilales
Hace algún tiempo, un connotado dirigente político, dijo: “el que se cansa pierde”, consigna que lanzó el día que se entregó a las fauces de una bestia que estaba ávida de sangre y que no le soltaría la yugular hasta verlo sin vida o por lo menos clamando por ella. Desde ese día ha pasado mucha agua bajo el puente y, aunque no lo han doblegado, debemos reconocer que la situación ha empeorado.
Esa frase de Leopoldo López parafrasea una expresión que se escuchaba en la Plaza Altamira en el año 2002, cuando el general Néstor González González arengaba para que la perseverancia, y la constancia fuesen los ingredientes de lucha contra un régimen desalmado, irresponsable e insensato que prefería la destrucción del país antes que reconocer que el rumbo político nos llevaba al Tártaro.
Casi tres lustros han transcurrido desde ese entonces y el objetivo principal del Atila de América se ha cumplido: arrasar con toda la civilización a su paso y convertir en desierto el país más prospero, pujante y dicharachero del mundo. A su marcha se secaron los ríos, se acabaron los cultivos y plantaciones, se desaparecieron los rebaños bovinos, ovinos o caprinos, se acabó con cualquier tipo de producción a excepción de la miseria que han exacerbado a niveles inimaginables y se dilapidó millones de millones de dólares solo para convertir a los ciudadanos en mendigos gubernamentales y enriquecer a esa satrapía que dirige el Socialismo del Siglo XXI.
Un bagazo de país
Como sí el bagazo de país que dejó el trapiche socialista y que operó el trapichero insepulto no hubiese sido suficiente, nos ha tocado, estos últimos años, estar en las manos de un morlaco que puso todo su empeño para dejarnos como tierra estéril e inútil mientras gana tiempo con actos inútiles.
Por esa vía ordenan ovacionar, conmemorar y hasta agasajar desde el nacimiento de un perro de la misión Nevado hasta la muerte de un cualquiera como si fuese un prócer. En una muestra de la inopia revolucionaria les dio por “ascender” a Almirante en Jefe (todo un pleonasmo) al generalísimo Francisco de Miranda y transmitir una película por radio (todo un disparate audiovisual); mañana es posible que restituyan en el cargo a Vicente Emparan porque fue derrocado por la derecha oligárquica colonial o decretan fiesta nacional el 24 de enero, para reivindicar que las huestes del gobierno asesinaran a los parlamentarios que pretendían un “carmonazo” constitucional (Escarrá dixit).
Lo cierto es que en esta república bananera (sí es que es una u otra), gobernada por lo más despreciable que ha podido surgir de esta tierra (sí es que son de aquí) y constreñida hasta más no poder (ya no da para más) nos sentimos empachados de la politiquería barata que impulsó esta caterva que nos desgobierna y de una oposición tarambana y frívola que le cuesta dar pie con bola. Un régimen que se empeña en que un socialismo reiteradamente fracasado y demodé es la solución y un “liderazgo” opositor que cree que el cargo es lo que lo convierte en líder y no al revés, por lo cual unos diputados, electos para 5 años y sin que haya transcurrido el primero de ellos, ya aspiran a postularse para gobernadores por aquella manipulación de que sin ellos no hay país, no hay oposición y no hay futuro.
Cansado de esta vaina
Estamos entrampados en una situación en la que provoca poner pies en polvorosa, no porque la derrota haya tocado a nuestras puertas sino porque el futuro es más incierto que lo normal; porque cansa que mueran neonatos en los hospitales pero las protestas sean por una cadena que no les dejo ver una entrega de premios en Miami o un juego de futbol en Europa; porque no es lógico que aun haya venezolanos que no vean que el chavismo, los originarios o sus derivados, mientras besan… matan; porque a los venezolanos se les va la vida en unas miserables y sórdidas colas para comprar los productos de la canasta básica y porque por mucho esfuerzo que se haga no parece, que a unos y a otros, les importe algo más que sus intereses.
Llevamos más de 17 años de lluvia incesante y, en lo particular, quiero ver y disfrutar con mi familia y amigos (los que se fueron y los que aún permanecen en el país) un sol democrático y un arco iris de prosperidad, inexistente mientras esté el chavismo en el poder y haya quienes se empeñen en sostenerlos porque aún no les ha llegado el agua al cuello, ni les ha tocado la hora de la agonía revolucionaria.
Llueve… pero escampa

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