Por Miguel Yilales
@yilales
Desde que la cultura hollywoodense se apoderó del mundo han
proliferado películas y series de televisión que nos cuentan las venturas y
desventuras que tiene la humanidad para sobrevivir a unos muertos vivientes que
buscan alimentarse y convertir en zombis a los vivos.
Una de las
apariciones más recordadas de estos fue la interpretación que hiciera Michael
Jackson en el video musical Thriller donde aparecen muchísimos cadáveres,
con ropas desgarradas y bailando con el cantante. Una escena a la que se le ha
rendido tributos y que se ha convertido en una imagen importante de la cultura
pop. Ni siquiera la literatura, los videojuegos y los cómics han logrado
escapar de las persecuciones de unos resucitados sin voluntad.
Zombis en cola
Desde que el
chavismo llegó al poder, ha habido un incremento exponencial del culto a la
muerte, que se inició con el saludo ya proscrito (pero no olvidado) que usaban
los miembros de esa secta, continuó con la paz de los sepulcros a la que pretendieron
acostumbrarnos y que no terminará mientras permanezcan en el poder quienes se han
asido a un sincretismo religioso, mezcolanza de brujería, sortilegios,
santería, cofradías, cristianismo y cualquier dislate místico, para sustentar a
esa desgracia política que se llama Socialismo del siglo XXI.
En casi 18 años,
el sacrosanto Hugo (que ni sacro, ni santo era y que por su actuar escolta al ángel
expulsado), su apóstol Nicolás (interprete de los reencarnados trinos) y sus poseídos
angelotes (que han acrecentado sus dimensiones abdominales proporcionalmente a
sus cuentas bancarias), procuraron inocularnos un virus que estimulara la
inacción ante los abusos del poder, que sufriésemos una muerte cerebral para hacernos
concluir que antes de ellos la nada y después de ellos el apocalipsis y que
prefiriéramos la barbarie antes que la civilidad, el colectivismo por sobre la
familia, el autoritarismo militar por encima de la civilidad y la degollina, con
la que las revoluciones purifican, primero que la legalidad.
Se agarraron de una
especie de burundanga, una ideología demodé mezclada con resentimientos
perversos y animadversiones malévolas, para doblegar la voluntad de los
venezolanos y la sazonaron con el cuento de que los pobres eran pobres porque
papá Estado no les regalaba bastante, que unos malucos habían robado la riqueza
petrolera y que no importaba pasar hambre o no tener empleo con tal de sostener
a la élite gobernante.
Los muertos son otros
A pesar de que esta
satrapía ha buscado zombificar a los venezolanos y que nos creen sumisos porque
estamos obligados a salir un día a la semana a pararnos uno tras otro, como muertos
sin alma, para poder sobrevivir, la realidad es que hay una sociedad indignada,
que protesta y que se sacudirá de encima a quienes quieren someterla.
Por esa vía los
gandules que nos desgobiernan han pretendido cambiar los esquemas de valores: su
héroe es un forajido cuyo mayor mérito fue haber sido abuelo del cadáver
insepulto que dividió al país; denigran de quienes estructuraron una sociedad
moderna, de paz y progreso; erigen un mártir con pies de barro en cuyo
prontuario (nunca tuvo currículo) destaca el secuestro y el asesinato y promovieron
el que los militares junto a los “sobrinos de la patria” usasen pasaportes
diplomáticos para traficar con drogas en aviones de amigos del gobierno, que además
cacareaban poseer dólares como granos de arroz y que tenían vara alta en PDVSA
y el régimen.
Frente a estos principios
trastocados que mutan delincuentes en héroes, frente a la insensatez que
pretenden cambiar ficciones históricas en verdades irrefutables (aunque no
resistan investigación) y frente a la promiscuidad ideológica que necesita
seres sin voluntad, debemos alzar la voz y actuar con arrojo, demostrar que
estamos vivos, coleando y dispuestos a salir de esta desgracia, antes que nos
convirtamos en Zombizuela, sin capacidad de decidir, discutir y protestar.
Llueve… pero escampa
Excelente, apreciado profesor; realmente excelente
ResponderEliminarTal cual... Zombizuela
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