Por Miguel Yilales
@yilales
No hay acto más aberrante que una violación. Es por ello que
cuando alguien es acusado de hacerlo y lo remiten a un centro carcelario, los otros
reos lo ven y lo tratan con desprecio. Eso de obligar a otras personas contra
su voluntad o cuando se hallan privados de los sentidos es sin lugar a dudas
una vileza, una ignominia y una afrenta que, en algunas culturas y otras épocas,
se cobraba con la castración del agresor.
Hay casos en que los conquistadores cobraban, con
violaciones masivas, su premio en el conflicto, esto a la postre terminaba como
crímenes de guerra. Las tropas nazis en su avance hacia Bélgica, Francia,
Holanda y el este europeo lo cometieron y los rusos, ni cortos ni perezosos,
les devolvieron el agravio con más de un millón y medio de víctimas alemanas,
búlgaras, checoslovacas, polacas y yugoslavas. Toda una tragedia humana.
Pero no es a ese tipo de ultraje al que quiero referirme
sino al que se comente en nombre de una ideología para someter a los demás por
medio del quebrantamiento de leyes, tratados, preceptos y promesas. Por
supuesto que en esa materia, quienes se han apoderado de las instituciones en
estos 18 años, se han convertido en peritos y expertos por su agresividad, procacidad
y desprecio para con sus víctimas: los venezolanos. En ese tiempo se graduaron,
hicieron maestría y hasta se doctoraron.
¿Violación o
prostitución?
Aunque pareciera que hay violados que están a la espera,
casi como una especie de Síndrome de Estocolmo, de que llegue nuevamente el
agraviador. Y ese debe ser el caso de quienes, sin rubor alguno, le declararon
al país y al mundo, a través de los medios de comunicación, que nuestro espacio
aéreo había sido violado, solo en este año, más de 25 veces por parte de
aeronaves estadounidenses, con lo cual uno no sabe si catalogarlo en el renglón
de violación o de prostitución.
Es que luego de las declaraciones, que denotan un pueril
conocimiento del derecho internacional, del señor con nombre ruso (que lo
pronuncian con acento en la i, aunque omiten la tilde) y cuyo apellido lo
asemeja con Vito Corleone (no pretendo igualarlos en desventuras, aunque uno
nunca sabe), en las que señalaba que en plena cumbre de los países no
alineados, ocurrió la última incursión hostil a 123 millas náuticas, se
comprende el porqué la alimentación de los venezolanos, actual función a él
asignada, está condenada al fracaso.
Sí desconoce lo más elemental para lo que supuestamente se
preparó durante 4 años de estudios en la academia militar (con mejores
profesores que la actual plantilla académica de esa institución que hoy cuenta
con una reputada y mentada persona en los neoyorquinos predios judiciales) y en
32 años de carrera, que podemos esperar en un área en la que es un neófito, a
menos que se incluya en su resumen curricular aquel desfalco alimentario, que
la delincuente banda roja, le hizo a la nación con el Plan Bolívar 2000.
La displicencia de quienes están llamados a defender los
intereses de la nación y garantizar su seguridad, no puede ni debe ser emulada
por los millones de venezolanos que aspiramos un país más culto, educado,
productivo, eficiente, democrático y de ciudadanos.
La estocada final
No nos podemos sentar a esperar a que los irresponsables que
echan por tierra el estado de derecho y la justicia desde la esquina de Dos
Pilitas, las comadres que propician la destrucción de la confianza en cualquier
salida electoral y las demás instituciones que constantemente violan la
constitución y las leyes para que se abjure de la democracia, regresen como si
nada a continuar con el abuso.
Sí sabemos que estamos frente a unos déspotas que no creen
en la justicia y que les importa un bledo la legalidad, debiéramos tener una
respuesta por cada pestilente movimiento rojo, que siempre constituirá un atropello
y una transgresión sin vaselina, en vista de lo cual causa desazón que quienes dirigen
a la oposición (supuestamente versados en la política) hayan sido lentos para
reaccionar frente al estupro electoral que es el cronograma para el
Revocatorio.
Este es el momento de dejar de lado las medias tintas y dar
una respuesta, Política y de Políticos (ambas con P mayúscula), en rechazo al abuso.
Hay que rebanarles el poder, paso a paso, a quienes están ahí apoltronados,
para que luego de quitadas las capas externas lleguemos al corazón, como si de
una cebolla se tratase, y le demos la culinaria estocada final.
Llueve… pero escampa
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