Por Miguel Yilales
@yilales
Durante las últimas semanas la atención del mundo civilizado
se centró en lo que ocurriría en las elecciones presidenciales de los Estados
Unidos de América entre un pedante, presumido, xenófobo y misógino personaje y
una vanidosa, mentirosa y manipuladora compulsiva, es decir entre el suicidio y
la inmolación.
Sin querer pecar de prosaico al hurgar en la degradación
política de otros países porque la nuestra es más que suficiente, puedo
aseverar que no ocurrió nada que no se hubiese previsto desde que comenzó la
carrera presidencial: habría un ganador y un perdedor; no hubo paliza de uno
contra el otro cuando la diferencia fue de solo 300 mil votos; nadie gritó
fraude (el que había amenazado con hacerlo ganó) porque las instituciones
funcionan y el mundo siguió girando sobre su eje y alrededor del Sol. Además tampoco
pretendo disertar sobre las causas de los resultados, ni sobre el país profundo
o rural, que sí hubo un voto castigo al continuismo, que sí se sobrestimó el apoyo
de las minorías, que sí triunfo la xenofobia y la misoginia y menos sobre la
ciencia oculta (digo por los resultados en Venezuela, Brexit, Colombia y EE.UU.)
que es la encuestología.
Realpolitik a política de a real (y medio)
En el país muchas personas dejaron de preocuparse por los
resultados del diálogo entre el gobierno y la oposición, desistieron a seguir
las implicaciones de las declaraciones de verdaderos testigos estrellas del
juicio que se le sigue en Nueva York a los primeros sobrinos de la República (que
en el lenguaje oficial son los sobrinos combatientes y para sus propios abogados
defensores unos estúpidos e inexpertos sobrinos) y se sentaron a esperar por
horas para saber si ganaba la derecha o si perdía la izquierda: es decir si el
mapa sería azul, azulito o rojo, rojito. El problema es que allá la derecha es
roja y la izquierda es azul.
Lo curioso es que a diferencia de las maravillosas y
gloriosas democracias de algunas republiquetas bananeras (donde se asiste a elecciones
con partidos únicos, la vicepresidencia la ponen en manos del consorte
presidencial, no se respetan los lapsos electorales por guerras ficticias e
imaginarias y les encanta, como una maldición, la reelección indefinida) en ese
Templo de la Perdición que es el Imperio norteamericano se respetan las reglas
del juego político; se hacen elecciones a pesar de estar en conflagraciones
reales; los que están en el extranjero, alrededor del mundo, tienen garantizado
el derecho al sufragio y se respeta la alternabilidad en el poder.
Por supuesto que al día siguiente que se conocieron los
resultados electorales salieron los sesudos análisis para argumentar como ahora
sí cambiarían las relaciones entre Venezuela y EEUU, como sí los gringos fuesen
a dejar de lado la realpolitik que
representan la Unión Europea, Rusia, Siria, China, Afganistan, Israel y el
Oriente Medio para dedicarle atención a un país con política de a real (y
medio) que no es una amenaza militar (los nuestros saben de papas y cebollas
pero no de tácticas de combate), ni un desafío político (aquí se dejó de hacer
política para mercadear con el petróleo a cambio de unos cuantos votos en
organismos multilaterales cuyas acciones son inocuas) y menos un estorbo económico
(gracias a un gobierno que, firme en sus políticas destructivas, ya no produce
gasolina ni para el consumo interno menos influye en las finanzas globalizadas).
Republicanos o
demócratas
Entre las voces que salieron raudos y veloces a opinar sobre
lo que no saben destacó, como siempre, el Sabio Salomón del Socialismo del
Siglo XXI (un sabelotodo, iluminado y encuestólogo que solo acierta el género
de los bebes con 50% de probabilidades) a explicar que debíamos ponernos
alpargatas para el joropo como sí es que ya no estuviésemos en un tusero y que
el discurso agresivo de Trump alimentaría las fricciones entre ambos países como
si estábamos en una luna de miel discursiva con Obama.
Para los que cifraron sus esperanzas en que con Donald, no
el pato, ahora sí llegarán los marines a llevarse, empijamado, al mofletudo
danzarín de vallenato y a todos sus cómplices para que paguen por sus
desafueros políticos, por las violaciones a los derechos humanos y por sus
nexos con el narcotráfico, les recuerdo que ya tuvimos 10 años de gobiernos
demócratas y 8 años de republicanos y en 18 años aquí no ha pasado ni pasará
nada si nosotros no nos preocupamos y ocupamos de que pase.
Llueve… pero escampa
El argumento del pragmatismo político de Estados Unidos, o Realpolitik, es completamente válido, en mi opinión. Según varios comentaristas que he escuchado en CNN y BBC, Trump es pragmático y eso guiará sus políticas internacionales. Quienes esperan que Trump envíe marines a Venezuela son ingenuos, o son ignorantes, y en ambos casos tienen una hojilla en una mano y un balón medicinal en la otra,
ResponderEliminarSaludos