Por Miguel Yilales
@yilales
Los regímenes totalitarios son alérgicos a las críticas y
muy propensos, por no decir que es lo único que les importa, a que les alaben y
adulen por cada bocanada de aire que se respira, por cada gota de saliva que se
traga y por cada vez que se pestañee. Hay quienes obligan a los gobernados a
cantar canciones, poesías y hasta reverenciar fútiles estatuas en una especie
de exaltación elogiosa del Líder Supremo.
Y aunque usted pueda suponer que en las líneas precedentes
he descrito a nuestro tropical infierno venezolano, realmente me refería al atroz
gobierno de un país asiático que hizo que una polémica ex miss venezolana (la misma
que levantase polvareda entre Clinton y Trump) estuviese en el ojo del huracán
por sus dislates. Es que todas las dictaduras siguen el mismo guion, no importa
si ocurren en Corea del Norte o en Venezuela.
Desde que la más pestilente plaga llegó al poder se ha
dedicado a instaurar el terror, como política de Estado, mediante retorcidas
variantes de aniquilaciones políticas que han ido desde la persecución judicial
al exterminio extrajudicial; desde el simple amedrentamiento a la inhumana
tortura y desde la injusta cárcel al doloroso exilio de todo el que piense, es
decir, de todo aquel que se les oponga, lo cual han complementado con la estrategia
de negar la realidad, ocultar sus desaciertos, invisibilizar a sus críticos y
responsabilizar a los demás (al Imperio, a los opositores, a los empresarios, a
los productores y a los consumidores) por su torpeza evidenciada en sus
innumerables errores, en sus disparates discursivos y en los desatinos en sus ejecutorias.
Prohibido pensar,
disentir y criticar
Será por ello que al más perverso personaje de la revolución
se le ocurrió la genialidad de prohibir que en las oficinas públicas se hable
del responsable de este desastre, con lo cual evidenció, primero, el retraso
con que llegó, si es que lo hizo, a la repartición de materia gris y como le
rellenaron la cavidad craneal con desechos ventrales y gamelote seco; en
segundo lugar que en las instalaciones estatales se conoce quién es el
responsable de este desastre y cuán irresponsable y perverso fue, en su lecho
de muerte, al transferir el poder a un troglodita social, ignorante cultural y aberrado
político; y, por último, que no importa si se despotrica del descartable,
prescindible y prolijo legatario.
Pretender que nadie vea lo que es evidente, aspirar que se
puede ser feliz porque a algún idiota se le ocurrió decretarlo, anhelar una
sociedad de incondicionales y eunucos mentales sin capacidad de criticar el
enriquecimiento vulgar que tuvo la familia presidencial anterior o que la
actual tenga miembros involucrados en el narcotráfico internacional son
muestras de la idiotez de unos cavernícolas políticos que no viven la realidad nacional.
Igual ocurre con quienes esperan que se acepte tranquila,
sosegada y taciturnamente que las armas de la República estén en manos de una
entelequia desprestigiada, anodina, deshonesta, cobarde, indisciplinada,
indigna, sin pundonor y de relajada conducta que ha servido de muleta a unos
déspotas y que no se les reproche que se hayan aliado con delincuentes
extranjeros (Fidel y Raúl Castro, los Kirchner, Lula y Dilma con Odebrecht, las
FARC, el ELN, entre otros) y con los malandros nacionales (cárteles de la
droga, pranes y colectivos paramilitares) para sustentar a esta tiranía.
Es la verdad y solo
la verdad
Decir la verdad, hablar de lo que ocurre y llamar las cosas
por su nombre no es hablar mal. Decir que Hugo Chávez fue el responsable del
desastre que vivimos no es hablar mal de él sino desnudar la realidad que hoy pretenden
ocultar con propagandas y manipulaciones. Expresar que los sueldos son
miserables, que hay venezolanos muriéndose de hambre, que vivimos una crisis
humanitaria en la salud y que la inseguridad nos lleva por la calle de la
amargura no es hablar mal de Chávez, más bien es reconocerle que procreó, cuidó
y alimentó a un monstruo (el chavismo es la Hidra de Lerna del Siglo XXI) para
luego dejarlo al cuidado de alguien tan incapaz, perverso y vocinglero como él.
La realidad es que han destruido al país, nadie puede decir
que hay un solo indicador, ámbito o parámetro en el que hayamos mejorado en
estos 18 años y por eso aquí no se habla mal de Chávez, menos se le denigra o
se le calumnia, aquí se habla de la realidad y de la verdad que vivimos los
venezolanos.
Llueve… pero escampa
Al que le pique, que se rasque.
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