domingo, 5 de febrero de 2017

No son tiempos electorales

Por Miguel Yilales
@yilales
Desde el año pasado, el régimen de Nicolás Maduro y sus cómplices, se han dedicado a la tarea de demostrar las razones por las que se hace inviable gastar tiempo y dinero en ese vicio pequeño burgués de pretender la solución de nuestros problemas mediante la vía electoral e imponernos la idea (acorde a su autoritarismo militarista nadie puede pensar) que la única salida viable es que dejemos en el poder a los responsables de estos lodos. Se sienten imprescindibles y que eso les da la autoridad para mantenerse en el poder así roben, asalten, trafiquen con narcóticos, contrabandeen, manipulen y extorsionen.
Por ello no extraña que una revolución de quincallería haya celebrado y conmemorado dos hechos que avergonzarían a cualquiera: el bicentenario del nacimiento de un cuatrero, delincuente y violador de menores y la gesta de un militar felón, cobarde, misógino, mentiroso y narcisista cuya mayor ejecutoria fueron las efusiones ventrales al primer disparo.
Un proceso político que tuvo su génesis en la traición a los juramentos de defender la constitución, las instituciones y, por ende, a la república; involucrar, mediante engaños, a unos imberbes soldados en un intento de golpe de Estado; en el asesinato de venezolanos; en el intento de magnicidio presidencial y en la tentativa de eliminación física de su familia solo puede verse personificada por la fechoría y el delito que representan un forajido del Siglo XIX y un sátrapa del Siglo XXI.
El mejor sistema electoral
Mientras la plaga gobernante pudo valerse de la democracia les dio por someternos a constantes procesos electorales: lloviese, tronase o relampaguease; con vaguada, muertos y tragedias; con insurrecciones populares o sin ellas; con candidatos opositores o con llamados a la abstención; con mediocres candidatos “opositores” salidos de las mismas filas gobierneras o con anodinos candidatos surgidos de las filas opositoras.
Ahora que los vientos les resultan adversos, que el rechazo a las tropelías revolucionarias son evidentes, que la propaganda chavista no puede ocultar la desastrosa realidad, que se les pierden helicópteros pero solo se preocupan por convertir al Paseo de Los Proceres en una especie de Sambódromo criollo con carrozas, comparsas y fantoches disfrazados de héroes y que empiezan a aparecer, desperdigados por el mundo, ex furibundos revolucionarios que se autocatalogan de perseguidos políticos, les da por demostrar que ese exceso de participación política, sustentada en el “mejor sistema electoral”, era un ramplón engaño.
Tan es así que el referéndum fue obstaculizado, por el propio ministerio de elecciones, al extremo de hacerlo inviable; las elecciones de gobernadores, que debieron ser en diciembre del año pasado, no tiene fecha de realización y las de alcaldes, que corresponden este año, menos aún, la excusa es que hay otras prioridades antes que perder el tiempo y el presupuesto con sufragios innecesarios, ya que para cubrir las vacantes pueden prorrogar en los cargos a los más cicateros chavistas o designar a dedo a cualquiera con prontuario (han reemplazado a ocho gobernadores, sin aviso y sin protesto).
Política en serio y seria
Se ha insistido que las dictaduras modernas, es decir, las tiranías con ropajes de legalidad, usan a la democracia según su conveniencia: se amparan en las leyes que manipulan; hacen elecciones si creen que los resultados no les van a ser adversos y respetan las reglas, los lapsos y las normas cuando les da la gana hacerlo.
Los valores éticos que hacen a la democracia deseable son contrapuestos a la cárcel injusta, a la persecución política, a la segregación por pensar distinto, a la intolerancia ante el disenso, al quebrantamiento y manipulación de la ley, a la perpetuación en el poder de los mismos bodoques y al enriquecimiento de unas pústulas que se creen herederos de las glorias libertarias, a tal extremo que un abyecto general chavista se le ocurrió proponer que se considerase a su medroso líder como el libertador del Siglo XXI y II padre de la patria (minúsculas obligadas).
En verdad no son simples tiempos electorales sino tiempos de que quienes asumieron la conducción opositora hagan política seria y en serio para obligar a la tiranía (lo demás son cuentos) a cumplir las reglas del juego y que permitan contarnos en un ambiente de libertad, igualdad, civilidad, justicia, pluralismo, tolerancia, legitimidad, legalidad y respeto.

Llueve… pero escampa

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