Por Miguel Yilales
@yilales
Pasar un viacrucis de hospital en hospital y de clínica en
clínica es lo normal entre los venezolanos, como no era suficiente caminar al
Gólgota para medio comer o subsistir, gracias a una revolución socialista que
como todas ellas han estado presididas por los más grandes traidores y
destructores de la humanidad, nos condenaron a este “turismo” sanitario.
Ayer me tocó a mí con mi menor hijo. Una caída leve, una
herida en el párpado y ningún médico que lo atendiera. Una clínica en la que te
dicen: “lléveselo para otra clínica porque el cirujano no vendrá. Entienda que
es sábado y de noche”; en la otra con una recepcionista que te manda a esperar
porque hay cambio de turno… pero lo primero que hace es maquillarse. Luego la
mística y dedicación de los médicos y las enfermeras suaviza la angustia y
calma las rabias (por no decir otras palabras).
Si hubiese Estado de derecho es como para denunciar, para
reclamar por servicios ineficientes o para alzar la voz contra el deterioro de
nuestra calidad de vida pero nada de eso vale la pena porque en nuestro país lo
que impera es la adoración a un cadáver insepulto que se dedicó, cuando
gobernaba y cuando no también, a destruir a generaciones enteras de venezolanos,
a llevarnos por la calle de la amargura y a convertirnos en una sociedad
medrosa, temerosa y acobardada para que no lo desalojaran del poder a patadas
limpias.
Sociedad de eunucos
Tenemos a unos que saludan con una chiflada y disparatada
frase (todos sabemos que muerto no vive a menos que resucite y este no es el
caso) para que los identifiquen como chavistas uña en el rabo; unos familiares que
se tragan las lágrimas y las angustias para ver si el régimen negocia con los
“alienígenas-EP” que abdujeron al helicóptero militar que desapareció cuando cambió
su plan de vuelo y aterrizó allende de las fronteras para percatarse que
estaban perdidos o mercadear alguna sustancia; un claustro académico que hace
mutis cuando un gobierno troglodita y retardatario persigue a un profesor por
pensar, hablar y escribir.
Una sociedad en la que no se cavile, en la que no se debata,
en la que no se critique, en la que haya un pensamiento único y en la que se
justifique la persecución intelectual es el sueño de todos los regímenes
totalitarios. Para ellos son contrarrevolucionarios y deben ser perseguidos: los
gestos de adhesión gremial cuando hay una agresión contra cualquiera de sus
miembros; las luchas sindicales que buscan garantizar los derechos contra los
abusos patronales y las reyertas que propician los ciudadanos en solidaridad
porque a sus coterráneos les son violados los derechos, los valores, los principios
y la dignidad.
Por eso es que enfurece las inocuas protestas universitarias
que se limitan a pávidos comunicados; cómo hemos dejado en la estacada a los
presos políticos: los que aún están tras las rejas, los que no son excarcelados
al emitirse la orden y los que sufren tratos inhumanos e injuriosos; el
ostracismo al que se ha proscrito a cientos de miles de compatriotas que han
huido despavoridos de la violencia paraestatal que no discrimina entre credos,
razas, géneros y niveles socioculturales. Nos convirtieron en una sociedad sin
voluntad, sin fuerza, sin deseos, es decir en una sociedad de eunucos.
Putrefactos y rancios
Estamos en manos de una cúpula putrefacta que se sabe
perseguida por la decencia y por eso recurre a la única herramienta válida para
quien no tiene razón: la violencia. No les gustan los argumentos porque eso
requiere discusión de ideas; no les interesan las discusiones de ideas porque
eso es reconocer que hay otras formas de ver las cosas y, por ende, de hacerlas;
no les importan que haya otras formas de ver y hacer las cosas porque sería
aceptar que pueden estar equivocados.
Pero también tenemos a unos dirigentes opositores (no menos
rancios) que no comprende la naturaleza totalitaria de quienes secuestraron las
instituciones del país y por eso actúan como sí en la acera de enfrente hubiese
demócratas a carta cabal, dispuestos a someterse al escrutinio de las mayorías
y que de perder pasarían estoicos a la trinchera opositora. La situación es tan
desalentadora que provoca que nos lleve el Diablo si no fuese porque en su
morada se encuentra el responsable de haber instaurado una sucursal del
Infierno en la Tierra y a él que lo acompañen los que desean que esté vivo
mientras los demás recuperamos al país de sus desatinos.
Llueve… pero escampa
Excelente Miguel, tal como ya nos has acostumbrado.
ResponderEliminarExcelente colega. Creo que los pseudo dirigentes opositores si comprenden la naturaleza totalitaria de los secuestradores de la instituciones del país pero que son incapaces de enfrentar a la dictadura porque están pensando primero en ellos y sus grupos antes que pensar en el país.
ResponderEliminarBrillante. El pueblo tiene que despertar y definitivamente debe emerger un liderazgo inteligente con objetivos claros. Pero debe ser urgente. Un abrazo profesor.
ResponderEliminarDolorosa radiografía de un país en el que la esperanza muere de mengua
ResponderEliminarEXCELENTE ARTICULO MIGUEL. RECIBE UN ABRAZO.
ResponderEliminarMiguel recibe un fraternal abrazo con mi felicitación por tu excelente descripción.Lamento lo de tu hijo pero ya muchos hemos pasado por esa situación de precariedad gracias a los esclavistas de la neo dictadura. Gilberto Velásquez S.
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