Miguel Yilales
@yilales
El arte de la política evoluciona en todas partes del mundo,
menos en Venezuela, donde día a día se escribe con una “p” más minúscula. A
pesar que en los últimos años todo el mundo se ha convertido en analista
político, tan experto en la materia como los managers de tribuna que van a los
juegos de beisbol y saben más estrategias que quien dirige al equipo.
Cuando uno es fanático, y en este país se nace fanático de
algo porque sí, uno aspira que quien saque a los lanzadores, escoja la
alineación o decida las jugadas a ejecutar tenga nociones del juego.
Un equipo juega temporada tras temporada, pero las
consecuencias no pasan de ganar o perder juegos, del chalequeo de los amigos y
de la rabia de no ver resultados positivos, pero con la esperanza de que en
meses se reinicia otra temporada que empieza de cero.
Sí eso es en el deporte, imagínense como debiera ser en la
política, en especial porque lo que está en juego es el país y sus habitantes,
porque nunca un nuevo período empieza de cero al tener que cargar con los
aciertos y desaciertos (en nuestro caso estos pesan más) de los gobiernos
anteriores y, finalmente, porque las temporadas en política suelen durar muchos
años (más de los que uno quisiera), sin tomar en cuenta que hay quienes se
creen eternos y vitalicios en los cargos.
El arte de lograr lo
posible
Resulta que cada vez que hay situaciones de apremio, crisis
política o una situación económica devastadora para el país, quienes tienen las
riendas del poder debieran entender que la “política es el arte de lograr lo
posible”, como lo afirmaba Aristóteles, pero agregando la sentencia del
escritor Amin Maalouf en que “situaciones sin precedentes requieren soluciones
sin precedentes”.
Recientemente el régimen político que dirige los destinos de
los venezolanos, luego de haber permitido que los períodos de los poderes
púbicos se vencieran o no se renovasen ante faltas absolutas de los titulares o
luego de jubilaciones forzosas, y presionados por un lobby internacional de la
oposición para que se ajustaran al estado de derecho, decidió que era el
momento de renovarlos.
Desde que iniciaron el proceso, comenzaron los vericuetos
legales. Se convocó a la sociedad para que participara pero verificando sus
orientaciones políticas, se chantajeó a la oposición con el manido cuento de que
sí no participaban era por falta de talante democrático y se vendió la imagen
de que dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada.
Pero al llegar al momento de la renovación de autoridades
resultó todo un fiasco constitucional. El poder moral, que por su inmoral
proceso de selección debiera cambiar de nombre, fue seleccionado por mayoría
simple y no la calificada que exige la constitución.
Lo curioso e insólito, aunque en la cueva de Alí Babá todos
saben cómo actuar, fue la sentencia del máximo tribunal del país avalando esta
designación antes de que ocurriera la discusión.
A través de una solicitud de interpretación constitucional
intentada por el general de división (hasta ese día teniente-capitán, pero
ascendido según la página web del TSJ) que preside el parlamento, admitida, declarada
su competencia y resuelta el mismo día de la sesión en el parlamento, sin
necesidad de que hubiese un ponente (supongo que una suerte de complicidad
compartida), decidió que todas las satrapías que decidiera una mayoría simple
era constitucional.
Engaños, estafas y
fraudes constitucionales
Con lo cual quedaron varias cosas claras: el capitán, que
era teniente, es ahora general; que en la constitución entra todo lo que ellos
quieran meter y que la oposición nuevamente sacó 20 en la boleta de buena
conducta para demostrarle al mundo el talante antidemocrático de este régimen,
pero 01 en los resultados.
Es por esto que decidieron que fuese el TSJ quien ratifique
a las rectoras del CNE, renovándoles el período, y designar a los magistrados
con mayoría simple, todo un juego de engaños, estafas y fraudes
constitucionales a que nos tienen acostumbrados.
En el momento en que era necesario el consenso para lograr
los votos para la designación de las autoridades, al régimen le dio por patear
la mesa como hacía Chávez, sin entender que los tiempos políticos y económicos han
cambiado.
Lo único que no cambia es la actitud de quienes hoy detentan
el poder: berrean, amenazan, desentonan y patean la mesa, y eso es lo malo de
tener a unos amateurs como mánager, que pierden así crean que están ganando.
Llueve… pero escampa
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