martes, 23 de diciembre de 2014

Los amateurs que dirigen a Venezuela

Miguel Yilales
@yilales
El arte de la política evoluciona en todas partes del mundo, menos en Venezuela, donde día a día se escribe con una “p” más minúscula. A pesar que en los últimos años todo el mundo se ha convertido en analista político, tan experto en la materia como los managers de tribuna que van a los juegos de beisbol y saben más estrategias que quien dirige al equipo.
Cuando uno es fanático, y en este país se nace fanático de algo porque sí, uno aspira que quien saque a los lanzadores, escoja la alineación o decida las jugadas a ejecutar tenga nociones del juego.
Un equipo juega temporada tras temporada, pero las consecuencias no pasan de ganar o perder juegos, del chalequeo de los amigos y de la rabia de no ver resultados positivos, pero con la esperanza de que en meses se reinicia otra temporada que empieza de cero.
Sí eso es en el deporte, imagínense como debiera ser en la política, en especial porque lo que está en juego es el país y sus habitantes, porque nunca un nuevo período empieza de cero al tener que cargar con los aciertos y desaciertos (en nuestro caso estos pesan más) de los gobiernos anteriores y, finalmente, porque las temporadas en política suelen durar muchos años (más de los que uno quisiera), sin tomar en cuenta que hay quienes se creen eternos y vitalicios en los cargos.

El arte de lograr lo posible

Resulta que cada vez que hay situaciones de apremio, crisis política o una situación económica devastadora para el país, quienes tienen las riendas del poder debieran entender que la “política es el arte de lograr lo posible”, como lo afirmaba Aristóteles, pero agregando la sentencia del escritor Amin Maalouf en que “situaciones sin precedentes requieren soluciones sin precedentes”.
Recientemente el régimen político que dirige los destinos de los venezolanos, luego de haber permitido que los períodos de los poderes púbicos se vencieran o no se renovasen ante faltas absolutas de los titulares o luego de jubilaciones forzosas, y presionados por un lobby internacional de la oposición para que se ajustaran al estado de derecho, decidió que era el momento de renovarlos.
Desde que iniciaron el proceso, comenzaron los vericuetos legales. Se convocó a la sociedad para que participara pero verificando sus orientaciones políticas, se chantajeó a la oposición con el manido cuento de que sí no participaban era por falta de talante democrático y se vendió la imagen de que dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada.
Pero al llegar al momento de la renovación de autoridades resultó todo un fiasco constitucional. El poder moral, que por su inmoral proceso de selección debiera cambiar de nombre, fue seleccionado por mayoría simple y no la calificada que exige la constitución.
Lo curioso e insólito, aunque en la cueva de Alí Babá todos saben cómo actuar, fue la sentencia del máximo tribunal del país avalando esta designación antes de que ocurriera la discusión.
A través de una solicitud de interpretación constitucional intentada por el general de división (hasta ese día teniente-capitán, pero ascendido según la página web del TSJ) que preside el parlamento, admitida, declarada su competencia y resuelta el mismo día de la sesión en el parlamento, sin necesidad de que hubiese un ponente (supongo que una suerte de complicidad compartida), decidió que todas las satrapías que decidiera una mayoría simple era constitucional.

Engaños, estafas y fraudes constitucionales

Con lo cual quedaron varias cosas claras: el capitán, que era teniente, es ahora general; que en la constitución entra todo lo que ellos quieran meter y que la oposición nuevamente sacó 20 en la boleta de buena conducta para demostrarle al mundo el talante antidemocrático de este régimen, pero 01 en los resultados.
Es por esto que decidieron que fuese el TSJ quien ratifique a las rectoras del CNE, renovándoles el período, y designar a los magistrados con mayoría simple, todo un juego de engaños, estafas y fraudes constitucionales a que nos tienen acostumbrados.
En el momento en que era necesario el consenso para lograr los votos para la designación de las autoridades, al régimen le dio por patear la mesa como hacía Chávez, sin entender que los tiempos políticos y económicos han cambiado.
Lo único que no cambia es la actitud de quienes hoy detentan el poder: berrean, amenazan, desentonan y patean la mesa, y eso es lo malo de tener a unos amateurs como mánager, que pierden así crean que están ganando.

Llueve… pero escampa

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