jueves, 11 de diciembre de 2014

Venezuela está rodeada por delincuentes

Miguel Yilales
@yilales
Durante mucho tiempo se ha dicho que el país está en crisis, que no hay reserva moral y que estamos predestinados al fracaso. Siempre he diferido de eso, pero a veces creo que las cosas han cambiado y los otros tienen razón.
A diario se descubren nuevas formas de asaltar el erario público, los chanchullos están a la vuelta de la esquina, todo el mundo quiere meter mano porque “sí alguien se lo va a llevar, me lo llevo yo” parecieran decir nuestros honestos funcionarios.
De ahí salen las empresas de maletín que proyectan, licitan, ganan la buena pro de las obras y no las ejecutan; los que dicen que importan bienes, presentan solicitudes de dólares pero los productos nunca llegan y están los que simplemente le meten la mano en el bolsillo a tirios y troyanos para quedarse con lo que puedan.
Tan es así que las corruptelas están a la vuelta de la esquina: colitas en aviones, ventas de electrodomésticos chinos, expropiaciones a socios que se habían hecho millonarios con tratos preferenciales y luego negociados bajo cuerda, simples empleados que terminan convertidos en fructíferos empresarios luego de ser testaferros de generales, gobernadores, alcaldes y pare usted de contar.

No estaban muertos, estaban de parranda

Recientemente el ministerio de educación decidió que no era necesario presentar la fe de vida para demostrar que se estaba vivo, a las personas de la tercera edad las pusieron a cobrar por cajero electrónico para facilitarles la vida y hasta crearon un ministerio de la simplificación de trámites que hasta el momento no ha simplificado nada.
Resulta que el instituto de previsión social castrense, el IPSFA, decidió que en su nómina había muchos pensionados y nada más sano y legal que llamar a todos los viejitos a que dieran fe de que la Parca no se los había llevado, lo cual es extraño en quienes dicen que el que se murió sigue vivo.
Esperar que en una sociedad moderna, en medio de tantos avances tecnológicos, se cruzara la data por ejemplo con el sistema bancario (que de paso ellos tienen uno que va tras los pasos del Industrial) es mucho pedir, y no aspiro que lo hiciesen con la del CNE porque sabemos que hay muertos que viven, luchan y votan en cada proceso electoral.
El problema hasta aquí es de simples trámites administrativos, pero ahora el cuento es distinto. El presidente de ese instituto, un ejemplar militante de la cleptocracia que nos gobierna, decidió que quien no demostrase estar vivo le fuese suspendido el pago, una decisión extrañamente capitalista en un personaje que alega que su sangre es roja no porque tenga hematíes sino porque le corre el socialismo por las venas.
Pero la crisis se acentúa cuando los difuntos resucitan, es decir como decía la guaracha del maestro Billo, que no estaban muertos, sino de parranda y no son eficientes para reanudar el pago. Y vienen entonces las suspicacias de preguntar como en la campaña que llevó a la presidencia de la república al llanero (no me refiero al barinés sino a Luis Herrera Campíns): ¿Dónde están los reales?

Un deterioro moral que afecta a toda la sociedad

Es que el quebranto púdico con el que se acusa a diario al estamento político, lamentablemente también ha destruido a los militares y me refiero en lo particular a ellos porque hay quienes ven en sus integrantes una especie de revoltijo entre Leonidas, Escipión, Napoleón, Patton y, por supuesto, Bolívar, listos a salvar la humanidad y rescatar la democracia venezolana.
Resulta que unas fuerzas armadas no existen para poner o quitar gobiernos sino para defender a un país de sus enemigos, pero en Venezuela durante mucho tiempo se han inmiscuido en otros asuntos que no les son propios, quizás porque la constitución, en esos vericuetos legales, le da funciones para garantizar el orden interno (que para algunos es una carta blanca para cometer tropelías y para otros una patente de tutelaje constitucional) y una supuesta participación activa en el desarrollo (un paraguas en el que caben todo).
Pareciera, como escribió un amigo tuitero, que de forjar libertades pasaron a ser cuna de la revolución, lo cual es una aberración, y en el camino dejaron de atender la soberanía y la rectitud en el buen proceder, para luego perder la batalla contra la dignidad y quedarse con las cualidades de un felón.
Ellos no son el país y todos no somos delincuentes, pero como nos cuesta conseguir honestidad y probidad en el manejo de lo público.

Llueve… pero escampa

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