Miguel Yilales
@yilales
Hace algunos años muchos intelectuales (¿?) se alegraban, y
así lo plasmaron en un documento, porque al fin se le haría un desagravio al
último dinosaurio sobre la faz de la Tierra. Un homenaje al asesino de cubanos,
al que ensangrentó a Venezuela en los 60 y exportó miseria al continente
americano, fue una verdadera afrenta a quienes ofrendaron su vida para
derrotarlo, algo así como que sí los judíos, le hubiesen hecho una distinción a
Hitler.
Ahí están sus nombres, y aunque algunos han rectificado, desde
ese instante nadie quiso hacer política y se inició un camino muy peligroso. En
el país se respiraba el espíritu de la antipolítica, todos empezaron a
felicitarse porque al fin se lograban pasos importantes en la destrucción de
los partidos y la construcción de una democracia aséptica, con lo cual se
estaba creando un monstruo.
Resulta que cuando lo único importante era decapitar
políticamente a Carlos Andrés Pérez, aunque algunos habían intentado hacerlo
con las armas y otros conspirando desde su propio partido, salió a la palestra
un personaje que inmediatamente muchos lo entendieron como el paradigma del
nuevo político venezolano: improvisador, dicharachero, cuentero, guapetón y
oportuno que decía “como vaya viniendo, vamos viendo”, una pésima
interpretación de la frase laissez faire,
laissez passer, le monde va de lui même (Dejen hacer, dejen pasar, el mundo
va solo).
Macho que se respeta…
Es de allí que empezaron a surgir un sinnúmero de políticos
y empresarios con aspiraciones presidenciales, émulos de Eudomar Santos, ese
personaje que interpretaba Franklin Virgüez en la novela “Por Estas Calles”.
Aunque se ha derramado mucha tinta, inclusive académica,
para explicar este fenómeno, creo que aun hay cosas que escribir pero en otro
sentido, porque no es solo la conducta Santos la que se apropió de la
antipolítica venezolana, sino que de la interpretación de Emilio Lovera va a surgir
su complemento: Palomino Vergara.
Vimos como un encantador de serpientes embaucó con arengas y
proclamas a sus tropas, al hablarles de glorias y grandezas, del árbol de las 3
raíces y de la sangre bolivariana que corría por sus venas, pero que al
escuchar los primeros disparos, le contestó al general que lo fue a buscar:
“mande usted general, donde será mi rendición”.
Con similar actitud procedió durante los hechos de abril de
2002, que ante el desconocimiento de la FAN y la renuncia que le solicitó el
“vitalicio” embajador venezolano en Portugal, llamó a un monseñor Porras para
que le garantizara la vida y por error en vez de Hernán llegó Baltazar, con lo
cual terminó diciendo “ordenen ustedes” a generales, coroneles y al sacerdote
que tanto odiaba.
Así también actúan el guapetón teniente-capitán-diputado de la
Asamblea Nacional hasta que lo confrontan (pareciera que ese fue el motivo para
sacar a María Corina Machado del Parlamento) o el que dice ejercer la presidencia
del país, que no sabe sí obedecer a su mujer o a quienes mueven los hilos del
poder.
Hay muchos… pero
duran poco
Fíjense que Nicolás Maduro el día que se conmemoraban los 15
años de la Constitución y la tragedia de Vargas (olvidada por el régimen)
convocó, al estilo Eudomar Santos, una improvisada y macilenta marcha sin
sentido en contra de las sanciones del gobierno estadounidense a funcionarios
venezolanos violadores de los Derechos Humanos (con lo cual uno no sabría sí es
que está a favor de las violaciones), en ella se transformó en todo un Palomino
Vergara que insultaba, bravuconeaba, gritaba y amenazaba, para en días
demostrar su verdadera naturaleza, ya no frente a Fidel (más de allá que de
acá) o a Raúl (transmutado en pitiyanqui) sino al propio vicepresidente norteamericano
Joe Biden, a quien en vez de reclamarle injerencias terminó diciéndole, con
sonrisita incluida, “mande usted señor”.
Pero nuestros males no terminan ahí porque en la oposición
también les ha dado por alternar entre Eudomar y Palomino: cuando no improvisan,
es que no tienen planes y si no les da por ser bravucones entre ellos o contra
quienes los critican para terminar diciéndole al régimen con voz atiplada y
llorosa: ordene.
Lamentablemente estos primeros días del 2015, como los 16
años en revolución, nos han demostrado que fanfarrones hay muchos pero duran
poco y que se continuará improvisando según como vengan las cosas, algo poco
alentador frente al panorama económico, social y político que se avecina.
Llueve… pero escampa
¡¡Feliz Año Nuevo, profe!! (Esto, a fin de ejercitarme en el duro oficio del optimismo; ya que lamentable y tristemente, en este país ser optimista se ha convertido en un ejercicio diario: si no lo haces todos los días, pierdes "forma", lo ganado arduamente con tesón y hasta sacrificio.) En fin, a lo que iba, a comentar su artículo "Eudomar y Palomino". Me parece que esa actitud y/o conducta bipolar también se expresa en el común de la gente, en ese que algunos llaman "ciudadano de a pie"; de allí que TODO el país esté sumido en la ANARQUÍA, porque -pareciera- NADIE tiene proyectos a corto, mediano y largo plazo en su vida: Todo es un acomodo a las circunstancias y personas y el ÚNICO objetivo claro es sacar el máximo beneficio monetario. La VIDA se les ha reducido a ese único aspecto, el económico.
ResponderEliminar¡He ahí el detalle! Mi apreciado profesor y amigo.
ResponderEliminarQue a a la gran mayoría de los venezolanos les cuesta desprenderse de su Palomino y su Eudomar. Venturoso año Miguel