Por Miguel Yilales
@yilales
Desde hace muchos años sobre la humanidad se ha extendido un
velo de maldad. Un grupo de personas perversas y crueles, capaces de destruir
todo a su paso y con un sentido único para insultar, torturar y asesinar, solo
con el propósito de crear un Estado omnipresente que controle a los ciudadanos,
que los minimice socialmente y que los trate como súbditos.
Aunque lo anterior pudiera servir para describir al califato
que se pretende instaurar entre Irak y Siria, por cierto responsable de los
atentados terrorista de la semana pasada en París y de las amenazas para
repetirlos en distintas ciudades como parte de la yihad contra el mundo
civilizado, no es precisamente a ellos a quienes me refiero, ya que se
encuentran muy distante y hay problemas más cercanos que atender.
En la historia ha habido distintos grupos y países que creen
adquirir las características que no poseen a través de falsas denominaciones.
Así como hemos tenido naciones democráticas que no los son (la República
Democrática Alemana o la República Popular Democrática de Corea), surgió un
autodenominado Estado Islámico, que no es Estado y no representa al Islam,
también hay un país que irrespeta las enseñanzas del Libertador aunque le
agreguen el apellido bolivariano a todo.
Los de allá y los de
aquí
Al igual que lo que pregonan los yihadistas del medio
oriente, el proceso destructor que se instauró en Venezuela, como una extensión
de la tiranía caribeña, depredadora, salvaje, bárbara y destructiva que dirigen
los Castrosaurios, ha sido tan perverso para el país como para todo el
continente.
El Socialismo del Siglo XXI y el califato, que pretende
desestabilizar al mundo, han usado las mismas herramientas: mientras el de allá
ha mostrado videos con ejecuciones para infundir el miedo, los de aquí aterrorizan
en el día a día sin necesidad de usar los medios; los primeros toman rehenes y
secuestran personas, los segundos apresan a los líderes que más temen y
persiguen a los empresarios a quienes tratan como desestabilizadores, le ponen
sobrenombres y procuran responsabilizarlos del desastre económico que ellos
crearon; ambos declaran enemigos a los medios de comunicación que no promuevan
el pensamiento único o sean críticos a sus ideas, por lo que los reemplazan por
sistema que atienden a un solo pensamiento.
En Venezuela cada fin de semana son asesinadas más personas
que las que ejecutan los rebeldes adscritos al Daesh y que los masacrados en
los atentados parisinos, además tenemos cárceles con presos políticos que son
torturados, maltratados y vejados por ser una amenaza a su permanencia en el
poder.
Para ambos grupos, el de allá y el de aquí, los ciudadanos
son seres despreciables, indignos e ignominiosos que deben ser roídos hasta los
tuétanos, cuyas voluntades están a la venta gracias a las grandes reservas
petroleras que manejan y que son descartables sino satisfacen sus intereses.
Del lado equivocado
Quienes han gobernado al país decidieron colocarse del lado
equivocado de la historia: mientras el mundo ingresaba al siglo XXI, nosotros
nos adentrábamos al XIX; mientras el orbe rechaza el fundamentalismo, el
proceso chavista pregona el pensamiento único, el adoctrinamiento militante y
el control de los vehículos del saber; cuando nadie quiere verse involucrado con
los grupos criminales ligados al narcotráfico, se incrementan las evidencias de
que quienes gobiernan al país incursionan en el lucrativo negocio de las
sustancias ilícitas, lo cual no extrañaría por la caída de los precios del
petróleo, porque las propuestas para incrementarlos son inviables y,
especialmente, por la escasez de valores en la caterva gobernante.
Ahora que sus itinerarios, que antes concluían en La Habana
para recibir órdenes, instrucciones y directrices, hacen escala en algún país
árabe a Nicolás Maduro le dio por amenazar con radicalizar su revolución, que
es la de su predecesor, y eso en este momento es el mismo discurso que pregonan,
a los cuatro vientos, los extremistas desde el medio oriente, lo cual despierta
suspicacias, quiéralo o no.
En el mundo como en América, estamos decididos a quitarnos
de encima los chantajes y la manipulación de los extremistas. Las cosas no
pintan bien para los radicales en el medio oriente y, por lo que ocurrió en
Argentina con el triunfo de Mauricio Macri y lo que se vislumbra en Venezuela,
ya nadie le para a las amenazas del fundamentalista Nicolás.
Llueve… pero escampa
Necesitamos un cambio de rumbo Todo indica que las elecciones parlamentarias serán un triunfo de la Unidad. A estas alturas sólo exigimos que sean respetados los resultados electorales. El país esta cansado de radicalismo, amenazas, corrupción. Se requiere gente que trabaje al servicio del país. Así ha de ser! Dios mediante!, Amen! Saludos profesor Yilales
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