Por Miguel Yilales
@yilales
Esta época del año tiene especial significación para la
humanidad. Hay quienes celebran la venida del Hijo de Dios, hecho que por
cierto dividió la historia en un antes y un después de Él, hay otros que
recuerdan la derrota de los helenos y la recuperación de la independencia judía
con la Fiesta de las Luminarias, los escandinavos aún rememoran la llegada del
solsticio de invierno, la noche más corta en el Hemisferio Boreal, que luego
transmutaron en el Espíritu de la Navidad y están los que se desbocan por el
placer del consumismo.
De seguro hasta estas líneas alguien pensará que he decidido
cambiar la temática de mis escritos por la cercanía de las fechas decembrinas,
lo cual hubiese sido así de haberse generado un verdadero cambio en la actitud
política de quienes dirigen el país y sus sigüises, es decir, los Castro y sus
abyectos Maduro, Cabello y compinches.
Se supone que este tiempo, inclusive para los no creyentes,
es para pensar en la familia, la
buena voluntad, la compasión y la celebración, bueno con sus excepciones que
prefieren destruir en lugar de construir, saquear en lugar de compartir y hacer
pucheros en lugar de reflexionar, en especial si son una especie política decadente,
debilitada, menguada y periclitada que creía haber llegado al poder para
permanecer en él por miles de años.
Mucho circo sin pan
Luego de sufrir
una aplastante derrota el día de San Nicolás, fecha que por cierto alguien
recordará por siempre no por ser la de su patrono, les ha costado salir del
mundo ficticio en que vivían y creen que aún están al interno de esa burbuja
que creó el galáctico de Sabaneta.
Terminaron por
imaginar que a la gente le gustaba el baño en las aguas putrefactas del río
Guaire porque todos los ríos se desbordan e inundan las estaciones de los
subterráneos, que la felicidad existía porque se decretaba y si no se ordenaba
a través de un ministerio, que a los pobres, este es el gobierno que más nos ha
depauperado, les gustaba tanto la miseria construida por el socialismo del
siglo XXI que preferían comer piedras y palos antes que dejar de lado un legado
de desventura o que nadie protestaba porque disfrutaban el circo sin pan de las
colas de la escasez y la inflación galopante que destruían el ingreso de los
venezolanos.
Por esa vía
decretaron rebajas en las tiendas que fueron aceptadas voluntariamente (en el
chavismo es a juro y porque sí); hicieron conciertos gratis a una semana de las
elecciones a pesar de que se reportaban adultos, jóvenes y niños que agonizaban
por falta de medicamentos; regalaban taxis, tabletas, computadoras, televisores
y perniles para comprar adhesiones y que los escándalos de un pollo
parlamentario, de un capitán cavernícola que se ufana más por tener “full real”
que por ser de El Furrial, de unos sobrinos presidenciales presos a pesar de
cómo se pavoneaban y de generalotes embriagados por el poder nunca los
salpicarían cuando encendieran el ventilador.
Les dio por
patear la mesa, hacer berrinches, dar pancadas de ahogado y con bravuconadas
como si todo lo que hicieran no pudiera ser revertido a partir de enero. En
estos 17 años la oposición, aunque hay excepciones, entendió que los atajos no
necesariamente son el camino al éxito y que es preferible trabajar con
constancia y perseverancia.
Por las buenas
Es que hasta Ebenezer Scrooge, el personaje de Charles
Dickens en Un cuento de Navidad, y El Grinch, el ogro verde del Dr. Seuss, al final entendieron el mensaje, bien
por sus propios miedos (los fantasmas del pasado, presente y futuro) o por la realidad
que no podían ver (la Navidad no estaba relacionado con los regalos), pero los
engendros del Averno, que deben recibir instrucciones por la Ouija o en forma de pajarito (y todos
sabemos cómo envían los mensajes los pájaros que vuelan encima de uno) confunden,
como decimos por aquí, la gimnasia con la magnesia.
Ojalá antes que finalice el año, se les aparezca el espíritu
del pasado republicano para que les muestren lo que había antes de que llegaran
al poder, el del presente para que les señalen cómo los derrotó electoralmente
una sociedad que se cansó de las tropelías con las que se dedicaron a destruir al
país y el del futuro para que les enseñe cómo, de no rectificar, cavaron una
tumba que nadie visitará y que todos prefieren olvidar, ya que de no razonar les
tocará aprenderlo desde la Asamblea, y a democráticos trancazos, luego de una diferente
Navidad.
Llueve… pero escampa
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