Por Miguel Yilales
@yilales
No hay nada peor que tratar de enseñarle a alguien que no
está interesado en lo más mínimo en aprender. Primero porque por más esfuerzo
que ponga el instructor si al pupilo le da por no prestar atención, por vivir
en las nebulosas o simplemente pensar en los huevos del gallo (en especial en
época de escases) el objetivo no se cumple y en segunda instancia porque así el
formador sea la reencarnación de Bello, Vargas o de Gallegos se cansaría y
perdería la paciencia ante tanta ignominia por parte de ignaros deslustrados.
Dicen que nadie es bruto en esta vida, bueno con la
excepción de aquel Bruto que marcó pauta en la Historia Universal. Por supuesto
que me refiero al romano que se distinguió por usar ese nombre y no a los que
destacan en estos lares por ignorantes, iletrados, rústicos y ordinarios.
Documenta la historia que un Bruto, Marco Junio, estuvo
entre los líderes de la conspiración y posterior asesinato de Julio César por
allá en el año 44 a.C., William Shakespeare escribió que el dictador Julio
César dirigió sus famosas últimas palabras a Bruto: ¡Tú también, Bruto, hijo
mío! aunque testigos solo lo vieran cubrirse el rostro con la toga y morir dignamente
en silencio, sin pronunciar palabra alguna (De Vita Caesarum, Liber I Divus
Iulius, LXXXII).
La conspiración en
marcha
La conspiración ocurrió porque nadie estaba conforme, ni
satisfecho con el estado de la República, ya que el César había sido nombrado dictador
perpetuo (sin necesidad de reelección indefinida), además porque lo habían facultado
(sin necesidad de habilitante) con varias leyes que concentraban todo el poder
en sus manos.
Es más se rumoraba que solo le faltaba la corona para
igualar a cualquier rey, muy parecido a algunos reyezuelos caribeños que se
dicen republicanos aunque desprecien a un sistema político que se fundamenta en
el imperio de la Ley, la división de Poderes y su control recíproco, la activa participación
política por parte de los ciudadanos y la igualdad ante la ley para frenar los
posibles abusos de las personas que tienen mayor poder.
En pleno siglo XXI, y sin pretender blasfemar al comparar a
Julio César con Hugo Chávez y a su muerte como parte de una conspiración
palaciega para quedarse con el poder, es innegable que luego de su deceso las
intrigas, las malas ejecuciones, los errores garrafales de unos eunucos
mentales, intentaban culminar la obra que iniciara el difunto de Sabaneta: destruir
la República.
El período final de la monarquía en Roma era un mal
recuerdo, habían abolido la realeza por la república y los más tradicionales no
deseaban el regreso, es más casi que se les podía escuchar vociferando y
gritando la consigna “no volverán”, aunque 17 años después la república sucumbiera
y diera paso al imperio que dominaría al mundo occidental.
Todo esto viene a cuento porque, en el mismo período que
sirvió para acabar con la República Romana, una caterva de delincuentes les dio
por abrogarse todo el poder y despreciar las reglas de lo que se suponía era un
Estado, para destruirlo.
Lecciones por
aprender
Como alumnos poco aventajados, de esos que pasaron por la
universidad porque iban montados en autobús o porque les transcurrió el tiempo
mientras lanzaban piedras, no entienden por brutos (en minúscula) que los
Brutos que los traicionaron no están en las filas que los derrotaron sino en la
forma desastrosa como hacen las cosas.
La rebelión ocurrida contra estos capos en el poder fue
porque en Venezuela los niños se mueren por falta de medicamentos, las personas
no pueden comer por la colosal escasez, la inseguridad es una forma de vida
para sobrevivir, la inflación destruye cualquier ingreso y porque creyeron que
la militancia política se lograba al amedrentar, engañar y manipular para
lograr la sumisión.
El país necesita una reconstrucción profunda: que los
Poderes sientan que están limitados por la Ley, que los ciudadanos recuperemos
la soberanía que nos fue arrebatada durante muchos años, que el gobierno
gobierne, que el legislativo haga leyes, que la justicia sea ciega y no
parcializada, que un ciudadano sea equivalente a un voto y que los militares estén
supeditados al poder civil.
Le corresponde a la oposición demostrar cómo se puede
beneficiar a todos los venezolanos por igual. Bruto actuó por las pésimas
políticas del César, por lo que la oposición (que dirigirá el Parlamento a
partir de 2016) está obligada a garantizar que, con ellos, ya basta de Brutos.
Llueve… pero escampa
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