domingo, 7 de febrero de 2016

Los miserables de Hugo (y no es Víctor)

Por Miguel Yilales
@yilales
Definitivamente el dicho popular de que hay personas que pasan por la universidad pero la universidad nunca pasa por ellos, nunca había tenido más ejemplos que los que nos ha correspondido vivir en esta lóbrega hora revolucionaria.
A sus desalmados líderes y paladines de la ignominia les encantan disimular su amplia cultura citando a autores que nunca han leído y que si acaso habrán ojeado. Por esa vía disfrutan mencionar de memoria y hablar de cuan “facurtos son”. Es una moda que los hace quedar como ignaros al saberse que lo supuestamente leído nada tiene que ver con su actuar.
Hablan de liberalismo pero pregonan el exterminio de cualquier otra forma de pensar distinta a la de ellos; se dicen expertos en transacción pero a las primeras de cambio solo saben del autoritarismo que les es más cómodo; se dicen socialistas y comunistas pero de “El Capital” solo han visto el grosor, el autor, su portada y su contraportada.
Esta semana la flamante abogada e implacable perseguidora de la injusticia en Venezuela, Luisa Ortega Díaz, le correspondió dirigirse ante la Asamblea Nacional para presentar la memoria y cuenta, que por mandato constitucional debe hacer cada año. Sin entrar en consideraciones de cuanto maquilló las cifras de desapariciones, secuestros, asesinatos, celeridad procesal o la gigantesca impunidad, lo que destacó, y todo el mundo recordará, es el que ella confundiera, quien sabe si adrede, el lugar de origen de Víctor Hugo, autor de la novela “Los Miserables”.
A leer novelas
Por supuesto que enseguida reventaron las redes sociales, insisto, no por un mensaje tan miserable e irresponsable, sino porque quien le preparó el discurso colocó a Víctor Hugo como nicaragüense, lo cual se corresponde con su entender de que sí no importa si un personajillo nació en Cúcuta o Caracas, cuanto menos un personaje universal como el literato francés.
Pero el cuento no se quedó ahí, de entre las entrañas de los opinadores políticos que pululan por doquier y hablan de lo que sea, surgió uno que me llamó la atención, por decir lo menos, que indicaba que el no iba a hablar del equívoco de la fiscal, porque él no leía novelas, quien sabe si es porque no encuentra diferencia entre Fiallo, Coelho o Víctor Hugo.
Si usted quiere saber de política o economía debe comenzar, no por el Manifiesto Comunista o la Riqueza de las Naciones, sino por El Principito, Nuestra Señora de París, 20 mil leguas de viaje submarino o las Aventuras de Gulliver que era la forma de criticar al sistema imperante en medio de las restricciones de la época.
Tanto a Chávez como a Maduro y a otros jerarcas de la cleptocracia que nos desgobierna, y a las cifras de Transparencia Internacional me remito, les encanta decirles a los demás que hagan lo que ellos serían incapaces de hacer consigo mismo o con sus familiares: a las personas le indican que lean mientras ellos navegan en las aguas de la ignorancia, que el imperio todo es malevolencia aunque ellos se encasquetan un sombrero de Mickey Mouse a penas lo ven o lo que es peor les piden sacrificios por la grave crisis pero envían a sus hijos a estudiar a las más selectas escuelas del mundo.
No sean tan miserables
Desde hace más de un año cientos de miles de estudiantes venezolanos no han podido continuar sus carreras en el exterior porque no reciben las divisas que les permitan cancelar las matrículas correspondientes. Las historias contadas por ellos mismos dan cuenta de cómo les ha tocado dedicarse a cualquier oficio para cumplir los compromisos adquiridos con sus casas de estudio.
La excusa con la que este régimen forajido y miserable justifica tamaña irresponsabilidad es que “las carreras que estudian no son necesarias para el país”, atrás quedaron las becas Ayacucho, de acceso para todos, implementadas por Carlos Andrés Pérez, el personaje más aborrecible de la IV, según el chavismo.
No hay dinero para que jóvenes venezolanos estudien, a menos que por sus venas fluya la sangre real del feudo de Sabaneta de Barinas, lo cual les da patente de corso (piratas al fin) para disfrutar y dilapidar el dinero que por gracia les corresponde. Estamos en una encrucijada en la que se hace obligante que quienes se dedican a la administración de lo público sean transparentes y honestos con su vida privada, para que no sean reconocidos como los miserables del Hugo venezolano, que nada tiene que ver con los del francés Hugo.
Llueve… pero escampa

3 comentarios:

  1. El dinero sólo se usa para el circo, para el pan ¡No hay!

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  2. Es que la "CURTURA" pesa mucho mi estimado Miguel.

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  3. Y como están de amarrados al poder estos miserables de Hugo? Va costar sangre y fuego sacarlos, porque no se le ve otra.

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