domingo, 7 de agosto de 2016

Que nos coma el tigre

Por Miguel Yilales
@yilales
Sí a los norteamericanos, en la década de los 50 del siglo pasado, les hubiesen dicho que Ronald Reagan llegaría a ser presidente de los Estados Unidos, y que por ende comandaría a los militares de esa potencia, la carcajada hubiese sido la respuesta. Similar actitud hubiesen asumido mis padres y los de mis coetáneos sí en la radio y la televisión algún locutor de moda les hubiese espetado que el tema musical del momento terminaría convertido en política de Estado.
Es que el chavismo, con esa depravada y demoníaca triada que conforman: el fantoche que la encabeza, el teniente–capitán que inventa chismes cooperantes y el loquero que está de diván, les ha dado por convertir una divertida canción en política de Estado: es que si la oposición se sube en un árbol, ellos se suben en el árbol; si a la oposición les da por subirse a una loma, ellos se montan en la loma; si la oposición se lanza al río, ellos se meten al río; y si la oposición se sale del río y se mete en su casa, ellos se salen del río, invaden la casa (o la expropian) para poner la cosa bien fea.
La carrera de obstáculos en que se ha convertido hacer política en el país es como oír a La Faraona, Lola Flores, cantando “tú lo que quieres que me coma el tigre”. Lo insólito de esta actitud perversa, pero harto conocida en este gobierno, es que descubrimos que el tigre que nos persigue está vetusto, desdentado, desmemoriado, errático y con pereza intelectual.
Viejos, desdentados y cansados
Fíjense que el régimen se inventó un improvisado templete en el Panteón Nacional, de esos que los gobiernos de la democracia civil no hacían por respeto a la majestuosidad del recinto, que lo presidió, en manga de camisa, el primer indocumentado nacional (calza en todas las acepciones del diccionario: no presenta documentación que diga que no lo es; no da algún testimonios que pueda ser tomado por válido y no tiene arraigo ni respetabilidad) para presentar a los peligrosos y feroces felinos que destruirían a la oposición.
Ver a un inefable personaje proponer la disolución del Asamblea Nacional, quizás porque vio la maldad en los ojos del presidente del parlamento y en eso de descubrir verdades oculares él ha acumulado experiencia desde el testigo estrella o que el voluminoso y engominado abogadesco, quien debiera ser nuestro representante en salto con garrocha en los juegos olímpicos, negase la disolución parlamentaria pero propusiera cárcel a los diputados, nos demuestra cuán desesperados están para recurrir a estos aciagos y cusucos interlocutores.
Pero no conformes con eso el defensor del pueblo, que en esa área tiene materias pendientes, se le ocurrió aseverar que, en los primeros 10 años de la democracia, los adecos habían exterminado la dantesca cifra de 5 mil personas, olvidándosele el detalle que eran combatientes alzados en armas contra el gobierno legítimamente constituido y que él, ya en el cargo, nunca ha calificado de dantesco los 25 mil muertos del año pasado, será por eso que en ese mismo acto fue juramentado como ministro de la seguridad a un general al que no se le divisa el honor por ninguna parte.
Listos para alimentar a las fieras
Es que los argumentos para inhabilitar a la oposición se han vuelto demasiado predecibles, pueriles y hasta baladíes: si se solicitaba el revocatorio en enero hubiesen dicho que era extemporáneo porque el heredero de la abdicación decembrina había comenzado su reinado bolivariano en abril y si se esperaba hasta abril, como ocurrió, entonces calificarían a la oposición de poco diligente; sí se recogían solo las firmas necesarias, entre las que anularon, los infiltrados que dieron datos falsos, los que usurparon la identidad de otro y los que fueron a más de un sitio a validar, no se hubiese activado por la cantidad de excluidos; sí se recogían más firmas de las necesarias, como se hizo, dirían que fue porque pusieron a firmar a los muertos y a los niños; y sí se recababan más de un millón de firmas nunca las dejarían a validar porque solo colocarían captahuellas para 400 mil firmas.
Semana a semana la crisis de gobernabilidad se hace más evidente en el país y quienes llevan las bridas de la nación juran que los venezolanos aceptaremos que se vulneren todos los estándares de legalidad porque nos esconderemos, por miedo, antes que nos coma el tigre, sin percatarse que estamos hastiados de las marramuncias, abusos y arbitrariedades del Socialismo del Siglo XXI.
Llueve… pero escampa

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