Por Miguel Yilales
@yilales
Venezuela dejó de existir como Estado hace mucho tiempo. A
los nacidos en esta Tierra de Gracia nos ha tocado padecer la más oscura
realidad al tener que verla desaparecer y entender la desgracia en que se transformó.
Cuando se disolvió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas o se disgregó
Yugoslavia, otras naciones quedaron en su lugar, pero en nuestro caso no ha
habido secesión sino una especie de disolución en nombre de esta
pseudorevolución.
En los últimos 17 años una cofradía de conjurados que
llegaron al poder con las banderas enarboladas de la justicia social y con las
promesas de disminuir las desigualdades económicas y sociales, solo bregaron
para mantenerse en el poder y demostrar que eran capaces de pulverizar un país,
a sus habitantes y a sus instituciones para reemplazarlas por un territorio estéril,
donde no existieran poderes públicos independientes y en la que sus ciudadanos
se transmutaran en súbditos sin capacidad para discernir entre la realidad y la
propaganda oficial.
Por esa vía todo un país, el más pujante de finales del
siglo XX, la envidia de las naciones asiáticas, la esperanza de América Latina
frente al avance comunista liderado por el crápula que condenó a Cuba al
ostracismo y al gorilismo militarista que era lo común al sur del Río Grande y
hasta la Patagonia, terminó en manos de unos delincuentes que solo les ha
interesaba enriquecerse, mancillar el nombre de Bolívar y depauperar a quienes
vinieron a reivindicar.
Incapaz e
incompetente
No hay para comer, escasea la energía eléctrica y ni
siquiera abunda el agua de las lluvias, la seguridad se fue de paseo y no tiene
intención de regresar, los salarios son limosnas que no alcanza ni para mendrugos
de pan y la adulación se convirtió en el único mérito para ser de los
favorecidos que tiene para vivir, viajar, cambiar carros o comprar vivienda y
aún así hay quienes sienten, creen, juran y perjuran que la culpa de sus males
reside en las fuerzas oscuras del Universo que confabulan para quitarles al
mejor gobierno que nación alguna pueda tener.
El Socialismo del Siglo XXI ha sido tan irresponsable que
dilapidó cientos de miles de millones de dólares solo para preservar la figura
de un megalómano que deseaba ser inmortalizado como un líder continental y
mundial pero que será recordado como una caricatura gracias a su gestión
(quebrar a un país exportador de petróleo) y por haber dejado como legatario a un
incapaz e incompetente funcional.
Es por ello que Nicolás Maduro se le ocurrió, y lo que es
peor está convencido, que todo eso que nos acongoja lo puede solucionar con un
Estado de Excepción y una emergencia económica (que luego de 120 días no ha
solucionado nada y lo ha agravado todo), aunque en realidad para lo único que
la necesita y le interesa usarla es para atornillarse, amarrase, sujetarse y
hasta acoplarse a la silla presidencial, no vaya a ser que le ocurra como a
Rousseff, Zelaya, Lugo y Bucaram o termine tras las rejas, como quisiera la
mayoría, por haber seguido los ejemplos de Manuel Noriega y Alberto Fujimori.
Templanza, coherencia
y firmeza
Sabemos que a esta discapacitada peste roja la sostiene un
trípode: el TSJ, el hampa y la cúpula militar. La primera pata es un caso
perdido por ineptos, incapaces, írritos e irresponsables en el resguardo
constitucional; los segundos son cuervos criados, armados y entrenados por los
inescrupulosos cubanos y sus secuaces de uniforme y todos sabemos cómo actúa
esa ave rapaz y los terceros que dicen ser fieles, obedientes y leales a Maduro
aunque su inquebrantable lealtad dure hasta que se acabe.
Ante el desastre que vivimos se necesita templanza en la
conducción opositora. Que no tomen atajos, ni caminos verdes pero que den pasos
firmes para quitarnos este yugo y sean coherentes en el actuar. Si recorren el
mundo para que vean la crisis humanitaria que padecemos, documentar las violaciones
a los derechos humanos y demostrar la ruptura del hilo constitucional por los
abusos de unos magistrados, por la derogación constitucional por decreto y por un
órgano electoral que manipula la consulta popular, lo más lógico es que sí desde
el exterior se pronuncian a nuestro favor, no salgan diputados, gobernadores y
líderes opositores a exigir que no se inmiscuyan en los asuntos internos
venezolanos. Los errores han amarrado a la caterva gobernante más tiempo del
debido y pareciera que aún hay quienes no lo han aprendido.
Llueve… pero escampa
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